Todos los líderes europeos que este jueves se presentaron ante la prensa para comentar sus impresiones coincidieron: el acuerdo del segundo rescate a Grecia es bueno, generará estabilidad en la Eurozona, dará un respiro a Atenas y generará la suficiente confianza en los mercados como para salir de la situación de máximo riesgo en la que se encuentran. Nadie quería ofrecer ni el más mínimo atisbo de dudas: Zapatero hablaba de "alivio", Merkel de "responsabilidad", Juncker decía que ahora están "preparados" y Trichet calificaba el pacto de "crucial".
Sin embargo, el conjunto de medidas presenta numerosos agujeros, cuestiones que no se clarifican, poca definición en muchos apartados y varios peligros latentes. Leyendo con detenimiento el documento, parece más que los políticos europeos simplemente han intentado ganar tiempo, confiando en que poco a poco la economía de la UE salga de la crisis y permita a los estados pagar sus deudas con más facilidad. Pero lo que no parecen haber pensado los reunidos en Bruselas es que esa recuperación no debería ser el paso previo que permita mejorar la salud de las finanzas públicas. En realidad, el proceso debería ser justo el contrario: la rebaja de los enormes déficits públicos es la condición necesaria para que la economía de los países periféricos tenga alguna posibilidad de salir adelante.
Grecia: ¿más facilidades a cambio de...?
El gran vencedor de la Cumbre de Bruselas es el Gobierno griego. El país está al borde de la bancarrota y Georgios Papandreu ha conseguido el compromiso de sus socios europeos de que no le dejarán caer, al menos a corto plazo. De hecho, los dos principales puntos pactados el jueves hacen referencia a dos nuevos paquetes de rescate: uno público de 109.000 millones de euros hasta 2014, que se sumarán a los 110.000 ya concedidos a Atenas, y otro privado de 135.000 millones hasta 2020.
En lo que hace referencia a la ayuda del sector público, se realizará a través del Fondo de Rescate formado con aportaciones del FMI, la CE y los países de la UE. Los gobiernos europeos aceptaron ampliar el plazo de devolución de estos préstamos (hasta 30 años y con 10 de carencia) y recortar el tipo de interés que se cobrará al Tesoro heleno (el 3,5%). En resumen, los políticos de la Eurozona facilitan a Grecia el pago de las deudas que ha contraído con sus contribuyentes.
A cambio, Atenas se compromete a mantener la senda de las reformas, reducir su déficit público y recortar la deuda hasta niveles manejables. El problema es si cumplirá con todo esto y qué incentivos tiene para hacerlo. Evidentemente, en las próximas semanas el Gobierno griego mantendrá los cambios aprobados y los ajustes en el gasto público, pero en el medio plazo es mucho más difícil aventurar si seguirá siendo un socio fiable. Por una parte, los políticos helenos han demostrado con creces en el pasado que la contención del derroche en el gasto no está entre sus prioridades (incluyendo falseamiento en las estadísticas); por otro lado, la presión en las calles de sus ciudades es cada vez más insoportable, con miles de funcionarios, trabajadores de sectores protegidos y receptores de subsidios, clamando por el mantenimiento de sus privilegios. Por último, el resultado de estas reformas se verá a largo plazo, porque nadie duda de que la deuda griega seguirá subiendo este año y el que viene.
El resumen es que hay que fiarse de que el Gobierno de Atenas (sea del color que sea) vaya a hacer más caso a un compromiso genérico con sus socios de la UE que a la presión de sus votantes en las calles. Y que vaya a tomar medidas de recorte con la contundencia que es necesaria para reconducir sus cuentas públicas. Los inversores no creen que sea posible y por eso no le prestan dinero. Sin embargo, sus socios comunitarios tienen mucha mejor opinión y han decidido darle un margen de confianza. De la respuesta a esta pregunta dependerá el éxito de todo lo que se aprobó este jueves en Bruselas.
Sólo Grecia quebrará
La segunda gran apuesta de los Merkel, Sarkozy o Zapatero tiene que ver con la construcción de un cortafuegos alrededor de la economía griega. En el texto pactado se asegura que las medidas de este jueves son "excepcionales" y que la situación del país no es equiparable a la de ningún otro de sus socios. De nuevo, hay que fiarse de la buena voluntad, en este caso de los políticos del resto de la UE. Porque desde esta semana, los gobiernos derrochadores tienen unos incentivos algo menores para apretarse el cinturón. ¿Por qué van a hacerlo si cuando estén en dificultades pueden acudir a Bruselas? Les han dicho que no, que sólo Grecia será rescatada, pero hace un año a este país le dijeron que era su última posibilidad y de nuevo han vuelto a ayudarle. El documento concluye asegurando que la "credibilidad" es "decisiva" para la Eurozona. La pregunta es si con lo pactado ayer se consigue aumentarla.
Participación privada
En este punto, las dudas surgen sobre cómo se ejecutará la participación de los bancos en el rescate. Las cifras son de 54.000 millones desde ahora a 2014, con un total de 135.000 hasta 2020. Los políticos hablan de "voluntariedad" y parece que lo acordado será menos duro con los acreedores de Atenas que lo anunciado semanas atrás. Las opciones son:
- Canje de títulos con vencimiento a corto plazo por otros a largo plazo: los bancos están de acuerdo siempre que estos nuevos bonos estén respaldados por la Eurozona. Es decir, sería cambiar deuda pública griega por deuda pública que en teoría paga Atenas pero que respalda Berlín. Es la opción que menos gusta (lógicamente) a Angela Merkel.
- Recompra de bonos: esta opción implicaría que parte de lo que cobren los bancos cuando venzan sus bonos griegos lo inviertan en la compra de nueva deuda pública. Sería algo así como: vence un bono de una entidad; el Tesoro heleno le paga lo acordado; utiliza el 50% de ese dinero en comprar nueva deuda griega a 30 años. Además, algunas entidades piden que otro porcentaje (hasta el 20%) se destine a comprar bonos de los países ricos como medio de protegerse ante un posible impago griego. De nuevo, es una manera de garantizar la deuda de este país a través del aval de sus socios.
- La tercera opción es que Grecia reciba dinero con el que recomprar su deuda en el mercado secundario. Ahora mismo, los bonos helenos cotizan muy por debajo de su valor. Los inversores ya han asumido que no cobrarán todo lo que se les prometió (piden 80 por un bono que, en teoría, les devolverá 100 si el Tesoro heleno paga). Por eso, este Gobierno podría comprar su propia deuda por debajo de su valor facial y recortar su montante total. Sería algo equivalente a una quita voluntaria.
Créditos preventivos
Para los demás países en problemas, el balón de oxígeno fue la aprobación de los créditos preventivos. España o Italia aseguraron que no iba con ellos y que no necesitarían acudir a esta vía, pero todos los ojos estaban puestos en estos dos países. El mecanismo se basa en que cuando un país esté en dificultades para encontrar financiación en los mercados (como le ha pasado a España esta misma semana), pueda acudir a sus socios, que le prestarán a un tipo menor que los inversores privados. A cambio, el país tendrá que comprometerse a una serie de reformas. Incluso, se prevé una posible compra de deuda en el mercado secundario (para contener la prima de riesgo), siempre con el acuerdo unánime del resto de la Eurozona.
De nuevo, como en el caso de Grecia, es una manera de facilitar dinero que el mercado no proporcionaría. Se ha definido como "rescate light" porque obliga a compromisos pero no muy exigentes. En cualquier caso, es una manera de beneficiar a los gobiernos con números rojos a cambio de promesas de recortes poco concretas. Los líderes europeos aseguran que logrará calmar a los mercados (este viernes, la prima de riesgo española caía muy por debajo de los 300 puntos), pero quizás sea a costa de reducir los incentivos de contención del gasto de los gobiernos menos austeros.
Irlanda: ataque a los impuestos bajos
Además del rescate a Grecia, en la Cumbre se trató también el caso de Irlanda y Portugal. Ambos países se beneficiarán de la rebaja en los tipos de interés y la ampliación de plazos en los créditos que tienen con el Fondo de Rescate. Esta ayuda no saldrá gratis: tendrán que acometer las mismas medidas de reducción del déficit que Atenas.
El problema en el caso irlandés es que sus números rojos no han venido provocados por el despilfarro de su Gobierno sino por una mala decisión: avalar todos los depósitos de un sistema bancario al que le estalló en las manos una burbuja hipotecaria como la española. Sin embargo, el resto de los políticos europeos llevan tiempo empeñados en obligar a Irlanda a subir el Impuesto de Sociedades (cuyo bajo nivel es una de las causas del espectacular crecimiento de la economía celta en las últimas dos décadas). Finalmente, no se consiguió que Dublín aceptase una rebaja, aunque sí un compromiso de "participar constructivamente en la discusión" de nuevo tributo a las empresas único a nivel europeo que se quiere crear y en el resto de políticas fiscales dentro de la zona euro.
Vamos, que se aprietan los tornillos a Irlanda para que acepte la armonización de los impuestos de sociedades en toda la UE. La armonización será al alza, claro está (es curioso, pero siempre que los políticos hablan de igualar impuestos piden que los países o regiones que los tienen bajos los suban, nunca al contrario)