Hoy quiero hacer un artículo de verano. Para leer con horchata. Así que empecemos con una afirmación optimista, obvia y, sin embargo, sorprendente: "Vivimos en el mejor de los tiempos". Recesión incluida.
La incorporación de China e India a la globalización ha supuesto que para la inmensa mayoría de los seres humanos la vida nunca haya sido mejor. Incluso en África mejoran las condiciones de vida. Disfrutamos de vidas más largas, más plenas, más felices, más saludables y mejor nutridas que en ningún otro momento de la historia. De ahí que resulte tan desconcertante el pesimismo generalizado que nos rodea. Quienquiera que siga acríticamente las noticias se quedará con la sensación de que vivimos en una época de declive vital, amenazada por la escasez energética, sustentada en el despojo de la naturaleza y de nuestros semejantes y carente por completo de belleza o espiritualidad.
Raro es el día en el que no se nos informa de que nuestra mezquina búsqueda de la felicidad y el confort no nos acerca a un apocalipsis en forma de nuevos virus, de catástrofes naturales, de desastres nucleares. Si el cambio climático no nos extingue la superpoblación lo hará o el agotamiento de los combustibles fósiles o el casi olvidado agujero de la capa de ozono. Y todo por nuestra glotonería, por nuestro afán consumista. El hombre como plaga.
No hay razón alguna para el pesimismo y si muchas para un tranquilo optimismo: hoy viven más habitantes que nunca sobre el planeta y sin embargo están más sanos y mejor alimentados que nunca. En los dos últimos siglos la humanidad se ha sextuplicado pero gracias al inagotable ingenio humano han mejorado al tiempo calidad, nivel y esperanza de vida. Suele olvidarse que prácticamente hasta un antesdeayer histórico la esperanza de vida era de 30 años y que sólo en el siglo XX y en Occidente logró superar los 40. En Europa morir hoy a los 70 años es morir joven. La propia vejez es más llevadera y libre de achaques de lo que lo era hace sólo 50 años y el progreso continua. La prosperidad se extiende a todas las clases sociales: los pobres de hoy viven mejor que los ricos de ayer.
El medio natural no está deteriorándose, está mejorando, al menos en Occidente. Los ríos y mares europeos están hoy más limpios que hace medio siglo, los bosques son más extensos y están más sanos. El aire que respiramos está más limpio. Cuanto más desarrollada está una sociedad más recursos puede dedicar a cuidar su entorno y más interesada está en hacerlo. Cuanto más avanza la tecnología se vuelve menos invasiva.
De hecho no hay razón para el pesimismo, que es en si mismo enfermedad social diseminada por quienes quieren de él aprovecharse para mantener a la sociedad esclavizada en la pobreza, el atraso y el socialismo. La mejor cura para los males sociales es el progreso y el crecimiento económico y la mejor forma de alcanzar estos es promover Libertad y Mercado.