Rubalcaba, ese recién llegado al PSOE que nada ha tenido que ver con la eliminación del Impuesto sobre el Patrimonio o con el rescate indiscriminado a la banca, ha tomado las riendas del partido para acometer un indignado giro a la izquierda. A saber, sufragar un insostenible volumen de gasto público a partir de sangrantes impuestos y de montañas de deuda. Vamos, nada que no haya practicado ya Zapatero con la suficiente contumacia como para condenar al país a la deplorable situación en la que ahora se encuentra.
Propone el Rapiñador ese recetario populista que tan bien se le da a la izquierda: ¡que paguen los más ricos! Resignados a no generar riqueza, a los socialistas sólo les queda redistribuirla... al menos mientras reste alguna en este país. Mas no sé yo si acierta demasiado al buscarla en un sistema financiero que necesita captar, al menos, 100.000 millones de euros para mantenerse a flote. Tampoco parece que un impuesto sobre el patrimonio, que destruye más riqueza (y fuentes de renta) de las que logra recaudar, sea la solución adecuada para que afluyan más ingresos a nuestro, según descubro, anoréxico Estado. Al final, no tengan dudas, pagarán los de siempre, los únicos que todavía pueden proporcionar cantidades apreciables de recursos al Fisco: las clases medias y medias-altas. No hace falta ser presciente para adivinar por dónde discurrirán los nuevos sablazos tributarios, basta con tener algo de memoria: IVA, impuestos especiales (próximamente con canon digital incluido) e IRPF (que lo paga quien percibe rentas medianas, no quien dispone de enormes patrimonios).
Pero bueno, omitamos ese pequeño detalle y supongamos que R, de algún modo, consigue captar recursos suficientes como para honrar simultáneamente sus compromisos de seguir reduciendo el déficit y de incrementar el gasto público para crear empleo. ¿Acaso ése era su conejo en la chistera para reducir el paro? ¿Un nuevo Plan E? ¿Una nueva dilapidación a gran escala de miles de millones de euros? Claro, debe de ser que nos sobra el dinero y que las familias, las empresas y las administraciones públicas de este país, apenas acechadas por gigantescos vencimientos de sus deudas, no tienen un uso mejor que darle.
Y es que el mismo Rubalcaba que hace unas semanas reprochaba a la banca que durante la pasada década hubieran expandido demasiado el crédito hasta el punto de generar una titánica burbuja inmobiliaria ha pasado a exigirle ahora que extienda todavía más el crédito. Será que los pasivos pendientes no merecen ser pagados y que la solución a todos nuestros males pasa por edificar un nuevo castillo de deuda sobre los pantanosos terrenos de nuestras obligaciones pasadas. Allí donde no llegue el gasto público, que alcance un nuevo chute de crédito privado; que no otras son las prioridades de la economía española.
En definitiva, más de lo mismo: más impuestos, más gasto, más deuda y más burbujas. De ZP a PR, idénticos perros con idénticos collares. Sólo cambia el componente exótico, por lo peronista, del 15-M. A ver si apelando a la extrema izquierda conseguimos incendiar la calle en caso de que, por conjunción astral, Rajoy se digne a darle la vuelta al socialismo financiero omnipresente en las últimas décadas y ofrecernos menos impuestos, menos gasto, menos deuda y menos burbujas. Pura fabulación, claro. Los liberales –y los ciudadanos apolíticos que deseen una existencia más próspera– nos quedaremos con las ganas, pero eso no será óbice para que Rubalcaba y su ejército rojo intenten tomar el monclovita Palacio de Invierno. Que el Kerensky gallego tome nota... o no.