No sabemos cuándo se van a celebrar las próximas elecciones generales, si bien la salida de Rubalcaba del Gobierno apunta a que a la vuelta del verano vamos a encontrarnos con la convocatoria a las urnas. En cambio, lo que sí podemos adivinar ya es la estrategia de campaña del nuevo candidato socialista, que no es otra que la del giro a la izquierda. Los ataques que ha lanzado recientemente a la banca, culpándola de la crisis, no son más que una prueba de la radicalización del mensaje de los socialistas que, a golpe de demagogia, quiere capitalizar el movimiento del 11-M, del que cada vez hay más pruebas de que fue organizado por ellos mismos. Pero, ¿para qué?
La respuesta más obvia sería que para tratar de ganar las elecciones o, al menos, para intentar conseguir un resultado que no le permita al PP gobernar. Sin embargo, quien escribe estas líneas tiene la sensación de que lo que pretende Rubalcaba es otra cosa. Me explico. Creo que, después de la debacle que ha supuesto para el PSOE el resultado de las elecciones municipales y autonómicas, nadie en ese partido cree sinceramente en las posibilidades de victoria. Y aunque tratan de endosarle al PP la responsabilidad de la crisis económica diciendo que la culpa de la burbuja inmobiliaria fue suya por haber liberalizado el suelo con su ley de 1997 –cosa que no es cierto, porque se la cargó el Constitucional a los quince días de haber entrado en vigor–, lo dicen sin mucha convicción. Además, las últimas elecciones municipales y autonómicas han demostrado que en España se ha producido un cambio sociopolítico muy importante. Antes, la economía no contaba a la hora de decidir el voto; ahora, la miseria que han traído los socialistas a nuestro país hace que, en el momento de votar, la gente mire hacia quien considere que puede arreglar esto, con independencia de sus ideas, sus siglas o su color político y en eso gana con creces el PP. Desde esta óptica, por tanto, se podría decir que Rubalcaba se equivoca de plano con su estrategia.
Alfredo ‘Paro’ Rubalcaba, por eso que ha dicho de que él tiene la receta para resolver el problema del desempleo –si es así, ¿por qué no la aplica ya?–, sin embargo, no da puntada sin hilo. Su giro a la izquierda, colocar a los indignados y sus pretensiones como eje central de su campaña, responde a un cálculo frío: si consigue capitalizar el movimiento del 15-M, podrá entonces lanzarlo contra el PP en cuanto éste empiece a tomar, si lo hace, las duras medidas que necesita este país no ya para superar la crisis, sino para sacar de la más absoluta miseria a los millones de españoles a los que Zapatero ha condenado a la misma. No, no nos llamemos a engaño. Rubalcaba no está pensando en ganar las elecciones. Su mente está puesta en el día después, en el momento en que empiece a gobernar el PP para ponerle a la calle en contra. Y, ojito, que estamos hablando del ministro de los GAL, del caso Faisán y del 11-M.