La irrupción de China en el mercado mundial ha puesto patas arriba la economía de todo el globo y los equilibrios de posguerra. Por un lado, la ha hecho crecer como nunca antes, por otro, ha colocado en un brete a potencias económicas consolidadas como Estados Unidos o los países del occidente europeo. Para Yan Kang, vicepresidente en China de Roland Berger a la vez que joven y prometedor consultor estratégico, esta prosperidad "reside en una actitud práctica, tanto en el Gobierno como en las empresas". Kang cree que los chinos se han enfocado "en los resultados, y eso continúa siendo cierto hoy en día".
El nuevo "imperio" chino no se ha construido, en palabras de Kang, en "un día, ni siquiera en diez años, ha sido una evolución". La banca china empezó financiando empresas y sólo cuando había ya un tejido bancario establecido llegó la banca al por menor. En este aspecto la banca no ha sido muy diferente a otros sectores, especialmente el industrial.
Los chinos, continúa Kang, "han aprendido de occidente". Los bancos fueron limpiados de malos activos por el Estado en los noventa y automáticamente entraron en Bolsa y se transformaron en "entidades orientadas al mercado". Para Kang ha tenido mucho que ver el hecho de la cantidad ingente de dinero que ha "corrido por el mercado" chino en los últimos años. De este modo tanto las empresas como los individuos encontraron liquidez para financiarse y, a su vez, estimular el crecimiento.
El auténtico motor de crecimiento de la economía china actual es, en opinión de Kang, "las empresas pequeñas y medianas", dado que la economía está transitando de la exportación pura a un mercado nacional propiamente dicho, que es el que atienden estas empresas. La banca, una vez más, ha tenido mucho que ver en esto. De financiar los proyectos de las grandes empresas está pasando a hacerlo con las pequeñas.
Para Alain Le Couèdic, socio de la consultora, "el sistema bancario ha actuado a modo de herramienta para desarrollar el país". Por ejemplo, los planes del Gobierno van encaminados ahora a sustituir las exportaciones como principal motor de desarrollo por el consumo interno, esto significa que "la financiación para los consumidores tiene que estar ahí", señala Le Couèdic.
Es ilustrativo al respecto que, a diferencia de lo que sucede en otros sectores, los bancos en China son esencialmente nacionales, generalmente estatales. "Hay un gran interés", apunta Le Couèdic, "entre los bancos internacionales por estar en el mercado chino". Pero no es sencillo, una maraña de regulaciones lo dificulta. "Es todavía muy difícil para los bancos extranjeros operar en China", remata el consultor francés.
La burbuja inmobiliaria, una cuestión compleja
La gran cuestión es si hay una burbuja inmobiliaria en China. El asunto es, en opinión de Kang, bastante complejo. Si se comparan los precios de los apartamentos en Pekín o Shangai con el salario medio de los chinos habremos de concluir que sí, que efectivamente hay una burbuja inmobiliaria de grandes dimensiones en estos momentos.
"Pero en China nada es en blanco y negro", apunta Kang. Hay que entender, según el experto, lo que ha llevado a esta situación en el mercado inmobiliario. La primera de las razones que han conducido a esto es "la cantidad de dinero disponible en el mercado, parte de este dinero ha fluido al mercado inmobiliario". La segunda es la voluntad del Gobierno de reorientar la economía hacia el mercado interior. La tercera es el aumento en el precio de las materias primas a nivel mundial, lo que ha generado una subida de los precios generalizada en los artículos de consumo. De esta manera, muchos chinos que tratan de "poner a salvo su riqueza adquieren propiedades".
Hay, por último, un componente cultural: "Muchos asiáticos, especialmente los chinos, consideran la inversión inmobiliaria como algo relativamente seguro y algo importante en el sentido de tener un hogar", concluye Kang.
El problema con las burbujas es que, de un modo u otro, terminan explotando. Para Kang las consecuencias dependerán de "cómo el país esté posicionado para absorber el impacto". El Gobierno ha empezado a tomar medidas. Por ejemplo, en Pekín, sólo se puede adquirir viviendas si se es residente en la ciudad, y sólo dos viviendas, medida tomada para evitar la especulación. Luego hay un factor de perspectivas. En diez años Pekín o Shangai serán centros de negocios parecidos a Tokio o Hong Kong. Los precios de las primeras están todavía muy por debajo de los de las segundas.
Le Couèdic incide en el factor gubernamental. En China, "el Gobierno anuncia una medida el domingo por la noche y entra en vigor el lunes por la mañana". "Ante cualquier cosa que pueda contribuir al malestar social como el desempleo o inflación el Gobierno interviene inmediatamente". El ejemplo lo tenemos en las medidas que tomó Pekín tras el estallido de la crisis financiera en 2008.
China, democracia y hegemonía
La cuestión pendiente en China es la democracia. Actualmente, vive en una paradoja; por un lado un Gobierno comunista, por otro un sistema capitalista. Kang insiste en que los chinos son, ante todo, gente práctica. "Para el chino medio de hoy en día el comunismo no significa nada, lo que quiere es vivir mejor", afirma.
Por último, queda pendiente otra cuestión no menos espinosa, la de la hegemonía mundial que, a estas alturas, parece ya inevitable que se transfiera desde el occidente judeocristiano a Asia. Sólo queda saber quién llevará la antorcha, China o la India, dos naciones vecinas muy pobladas, que registran espectaculares crecimientos económicos desde hace más de una década.
Yan Kang lo tiene claro: "Si China hubiese querido dominar el mundo ya lo habría hecho hace cuatrocientos años, cuando tenía la economía más poderosa del planeta. No hay nada en la cultura china que aspire a dominar el mundo, los chinos son de natural moderados y creen en la armonía en el mundo". Para Kang el ejemplo lo podemos encontrar en el pasado, cuando China era una potencia y no trató de apoderarse militarmente del mundo como sí, por otro lado, hicieron las naciones europeas.
"La nuestra es una cultura rural autocomplaciente, en ella no figura la dominación", asegura. "China seguirá siendo una gran potencia económica, políticamente tendrá más influencia, pero no en el sentido de que quiera dominar. China aspira a cubrir las necesidades de su población y a tener un lugar respetable en el mundo, eso es todo", concluye.