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Emilio J. González

Un presidente más que amortizado

Lo mejor que podría hacer el presidente es concluir el debate con el anuncio de la disolución de las Cámaras y la convocatoria de elecciones.

El contenido económico del discurso de ZP en el debate sobre el estado de la Nación constituye una nueva prueba de que Zapatero es ya un presidente más que amortizado que debe dar paso cuanto antes a un nuevo Gobierno salido de las urnas. En sus palabras, como cabía esperar, no había el menor atisbo de autocrítica sino las manidas excusas de siempre: que si la globalización, que si la crisis internacional, que si las turbulencias en los mercados de deuda a causa de Grecia... Vamos, que el Ejecutivo no tiene nada que ver en todo lo que le pasa a la economía española ni tampoco tiene que dar una nueva vuelta de tuerca, aunque sea tan solo una, a las reformas estructurales que necesita este país porque, según el presidente, la recuperación ya está en marcha y el Gabinete ya ha hecho todo cuanto está en su mano para que así sea, por lo que no hacen falta más reformas.

La realidad, sin embargo, dista mucho de ser tan idílica como nos la quiere hacer ver ZP. La reforma del sistema financiero dista mucho de haber concluido y todavía puede haber muchas sorpresas desagradables, el ajuste en el sector inmobiliario aún está pendiente y cuando se produzca, que tendrá que producirse tarde o temprano, nuestros bancos y cajas van a sufrir de lo lindo; aquí no se crea un puesto de trabajo ni por equivocación porque todo lo hecho en el terreno laboral no sirve apenas para nada; en materia de competitividad tenemos aún muchas asignaturas pendientes, empezando por una tan importante como la de la energía y así podríamos seguir llenando páginas y páginas con todo lo que aún hay que hacer. Además, no está nada clara esa consolidación de la recuperación de la que habló Zapatero, con el petróleo otra vez al alza, lo mismo que los alimentos y los tipos de interés, y con los salarios a la baja. Y, encima, los mercados, más allá del efecto contagio de Grecia, siguen dudando de la capacidad de España para embridar el déficit presupuestario, entre otras cosas porque se temen tanto que la magnitud de los agujeros que encuentren los del PP en las autonomías y ayuntamientos que acaban de conquistar sea de tal calibre que resulten inmanejables como que este Gobierno, que ya está en tiempo de descuento, sea incapaz de llegar a los necesarios acuerdos institucionales para que cada parte de la Administración Pública asuma su cuota en el necesario ajuste presupuestario.

Todo ello requiere, además, de la petición de colaboración que ha hecho Zapatero, medidas enérgicas y de amplio calado. ZP, sin embargo, no ha presentado ninguna, como si las cosas se fueran a arreglar por sí solas, lo que no es el caso. No hay más que ver lo que ocurre en Japón, que va camino de la tercera década pérdida después del estallido de la burbuja inmobiliaria, para entender que no es así. Por ello, lo mejor que podría hacer el presidente es concluir el debate con el anuncio de la disolución de las Cámaras y la convocatoria de elecciones. No podemos seguir paralizados por más tiempo a causa de un presidente ya más que amortizado.

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