El pasado 25 de febrero, Alfredo Pérez Rubalcaba anunció, para asombro general, que el Gobierno rebajaba a 110 kilómetros por hora el límite de velocidad en carretera. La excusa aducida por el vicepresidente fue la situación en los países árabes y en particular en Libia. La medida, muy impopular, fue rápidamente contestada por los ciudadanos, -desde las asociaciones de consumo se alertaba de sus objetivos recaudatorios y los colectivos de conductores alertaban de que no se conseguiría ahorrar nada- y la oposición, que habló de "majadería" y medida "soviética".
Tras gastar 250.000 euros en pegatinas para modificar las señales de Tráfico, la operación tendrá ahora que repetirse a la inversa, con el mismo coste, porque, según ha admitido Rubalcaba, la medida ya "no tiene sentido". Al vicepresidente le tocaba ahora explicar por qué la derogaban y se remitió exclusivamente a cuestiones económicas. Adujo el bajo precio del petróleo, la relajación de las tensiones en los países productores y habló de un ahorro de 450 millones de euros en combustible, que muchos achacan exclusivamente al descenso de consumo por la crisis.
Lo cierto es que, aunque la cifra fuera cierta, el Gobierno tendría poco de qué presumir. Miguel Sebastián, el responsable del paquete de medidas de ahorro en el que se incluyó la reducción de la velocidad, habló en su día de un ahorro de 1.400 millones de euros, que se convertirían, dijo, "en un aumento de la renta nacional y de empleo". A la vista están los resultados.
Zapatero se mostró incluso más optimista. El presidente, en una intervención desde Bruselas, habló de hasta 1.500 millones de euros de ahorro. Además, incluyó otros argumentos para justificar el cambio. Dijo que "contamina menos" y "salva vidas". Rubalcaba, sin embargo, se ha cuidado en la rueda de prensa de desvincular el asunto de los accidentes: "Siempre lo separamos de la siniestralidad. Bajamos (la velocidad) sencillamente por disminuir la factura petrolera", insistió.
Los ministros tampoco se pusieron de acuerdo en los primeros días a la hora de cuantificar el porcentaje de combustible que se ahorraría. En un primer momento, Rubalcaba habló de un 15%. Después, Sebastián lo reduciría a un 3% y José Blanco lo amplió a una horquilla entre el 5 y el 22% que alejaba el riesgo de equivocarse.
Ahora que la medida, otra más de las improvisaciones del Gobierno, cae en el olvido, los automovilistas reclaman otro cambio, que se aumente la velocidad a los 130 kilómetros por hora. Apuntan, además, el ahorro generado se ha debido más a la reducción de la circulación en las carreteras a causa de la crisis que a la propia limitación de velocidad. En cuanto al PP, Cristóbal Montoro manifestó que el Gobierno no había ahorrado lo previsto.
Los únicos insatisfechos son los ecologistas –Greenpeace habla de falta de "valentía"- y las asociaciones de víctimas de accidentes, que apuntan a que la medida contribuye a rebajar la siniestralidad.