La operación de salvamento de Grecia se ha convertido en un elemento clave para el futuro de la unión monetaria europea. Por ello, y a pesar de la fuerte oposición del Banco Central Europeo, debería salir adelante la idea de que el sector privado participe en la misma, por mucho que ello pueda interpretarse como una suspensión de pagos. ¿Por qué?
El problema fundamental en la crisis griega es que, a pesar de que el país ha incumplido sistemáticamente todos los años el Pacto de Estabilidad y Crecimiento –al tener déficits presupuestarios superiores al 3%–, los bancos privados le han seguido prestando dinero y suscribiendo sus títulos de deuda pública porque estaban convencidos de que, aunque el Tratado de Maastricht contiene un artículo que prohíbe las operaciones de salvamento de cualquier país perteneciente al euro que tenga problemas de solvencia, al final siempre habría operaciones de rescate de darse esta circunstancia. Su forma de pensar viene precedida por todo un rosario de antecedentes que han desencadenado esta situación de riesgo moral. Por una parte, la Reserva Federal estadounidense lleva salvando a la banca del país sistemáticamente en todas las crisis financieras que ha habido desde la del peso mexicano de 1994 y la banca internacional ha pensado que la Unión Europea haría lo mismo. Por otro, porque los propios europeos ya han dado ejemplo de su disposición a intervenir en caso de dificultades de los bancos en la crisis financiera que se desencadenó en 1997. Con estos precedentes, ¿por qué no arriesgar prestando a Grecia?
Esto es lo que han pensado los bancos y, por ello, el sector privado debe involucrarse en la operación de salvamento de Grecia, que no es otra cosa, en última instancia, que salvarlos también a ellos. Si han cometido el error de prestar a quien no estaba en disposición de devolver, a quien durante años ha venido manifestando una actitud displicente hacia todo lo que significara ajustar sus cuentas públicas, entonces ellos también tienen que asumir las consecuencias, a través de una quita de la deuda o de la forma que sea. De esta manera, serán mucho más cuidadosos de cara al futuro. Y si esto se interpreta como una suspensión de pagos de Grecia, que, además, pudiera ser el antecedente de un hecho semejante en España y Portugal, pues mejor, porque así ambos gobiernos encontrarán la voluntad política que les falta para hacer lo que tienen que hacer, en vez de seguir mareando la perdiz con reformas y ajustes más de boquilla que reales. Si ahora no aprendemos la lección, en la próxima crisis de un país del euro volveremos a las mismas. Eso no puede suceder otra vez.