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Emilio J. González

El candidato de la demagogia

Si el nuevo candidato socialista cree que con enarbolar bien alto la bandera de la demagogia va a cambiar las cosas, se equivoca de plano. Zapatero ya lo intentó y ahí están las últimas elecciones municipales y autonómicas para comprobar con qué resultado

Rubalcaba se ha estrenado como candidato socialista a la presidencia del Gobierno con un discurso tan demagógico como casposo contra la banca, con la retórica habitual de palabras como "especulación" o "incentivos perversos" sobre los salarios de los directivos. Teniendo en cuenta que esto lo ha dicho durante la presentación de las medidas para acabar con la guerra de depósitos en que se han embarcado las cajas de ahorros, ofreciendo remuneraciones de alto interés después de recibir ayudas del FROB –o gracias a ellas–, lo que hay que entender es que en el PSOE todo ha cambiado para que todo siga igual, es decir, el candidato ya no será ZP sino Rubalcaba, pero el discurso continuará siendo el mismo. Y este no es otro que el de echar balones fuera respecto a la responsabilidad de los socialistas en la gestación de la crisis, para colocar el foco sobre el chivo expiatorio más fácil, que no es otro que la banca.

Lo malo para el nuevo cabeza de cartel electoral del PSOE es que los españoles tenemos memoria, y muy buena, y sabemos perfectamente que las entidades financieras que más responsabilidad tienen en la crisis no son los bancos, sino las cajas de ahorros, esos entes instrumentales que los políticos manejan como quieren. También sabemos que aquí no ha habido especulación, sino dejadez de funciones. Y que la crisis no habría tenido lugar si el Banco de España, con el socialista Miguel Ángel Fernández Ordóñez al frente, hubiera hecho lo que tenía que hacer, que no es otra cosa que supervisar. Pero Mafo, propuesto para el cargo por Solbes y ratificado por Zapatero, no ha estado ni de lejos a la altura de las circunstancias. Es más, su antecesor, Jaime Caruana, fue poniendo más y más exigencias a las entidades crediticias en relación con los préstamos hipotecarios y los créditos a promotores, para frenar su crecimiento y desinflar, de esta forma, la burbuja inmobiliaria, pero fue llegar Mafo al banco y todo esto se acabó, permitiendo a bancos y cajas que hicieran lo que quisieran. Teniendo en cuenta que, en materia de supervisión, el Banco de España depende del Gobierno, a través del Ministerio de Economía, la cuestión es si lo hizo motu proprio, y entonces el Ejecutivo es culpable por dejarle hacer, o si fue forzado a ello y entonces el Gabinete es culpable por no dejarle hacer. En cualquier caso, la responsabilidad es nada más que de los socialistas.

Por supuesto, el PSOE no lo va a admitir y Rubalcaba menos aún. De ahí que ahora asuma los discursos más demagógicos y casposos acerca de la crisis, con el fin de tratar de eludir las responsabilidades que sólo le corresponden al Gobierno y al partido que lo sustenta en el poder. Si el nuevo candidato socialista cree que con enarbolar bien alto la bandera de la demagogia va a cambiar las cosas, se equivoca de plano. Zapatero ya lo intentó y ahí están las últimas elecciones municipales y autonómicas para comprobar con qué resultado.

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