Alemania cerrará todas sus centrales nucleares en 2022. La noticia, avanzada en los últimos meses, pero ratificada este lunes, ha causado un auténtico terremoto político y económico en toda Europa. Mientras unos aplauden a Angela Merkel y califican su decisión de valiente, otros critican su irresponsabilidad y se fijan en los costes para el consumidor y en el incremento de las emisiones de CO2.
A lo largo de la jornada se han sucedido las cifras en torno al coste de la medida. El Foro Nuclear español ha apuntado a que subirá al menos hasta 33.000 millones de euros. El propio Gobierno germano ha admitido que el coste llegará a los 2.000 millones anuales de aquí a 2022. Si se admite esta previsión a lo largo de dos décadas, la factura podría alcanzar los 40.000 millones de euros. Esta última cifra es la que reconoce la CDU, el partido de Angela Merkel, en un documento interno.
Además, en términos de emisión de gases de efecto invernadero, se prevé un incremento en las emisiones de 70 toneladas de CO2 según las cuentas de la patronal nuclear, aunque otras estimaciones lo rebajan hasta las 26 toneladas al año, un 9% de las emitidas actualmente en el país.
Consumidores e industria
Alemania y España son dos países con un peso similar de la energía nuclear en su producción eléctrica. De esta manera, los germanos consumen un 23% de electricidad procedente de sus reactores, por un 20% de los hispanos.
Por eso, se puede suponer con los costes para los consumidores de uno y otro serían similares. Según los cálculos del Gobierno alemán, el cierre de las centrales supondrá para los hogares un encarecimiento de la factura eléctrica en un céntimo de euro por kilowatio/hora. En España, el consumo anual medio de una familia en 2008 fue de 3.272 kWh. Por lo tanto, con un nivel similar la subida de la factura sería de unos 33 euros anuales, entre un 5% y un 10% de incremento.
Sin embargo, el cierre de los reactores tendrá más impacto en la industria. Las empresas españolas y alemanas ya pagan una de las tarifas más altas de la UE. Así, en el país de Angela Merkel el coste es de 11,20 céntimos/kWh, el sexto más elevado, mientras que en España sube ligeramente hasta los 11,67 céntimos/kWh.
El Ejecutivo germano ha considerado que la industria tendrá que asumir un coste de 1.500 millones anuales, lo que recortará sus márgenes y su competitividad. Esta cifra sería algo menor en España, por una simple cuestión de tamaño. Pero teniendo en cuenta que Alemania es un país con un peso mucho más elevado del sector secundario y un mayor número de empresas, la factura podría ser incluso más elevada para la industria española, ya que habría menos fábricas o compañías con quien compartir el gasto.
En la bolsa, en cualquier caso, la decisión de Angela Merkel ya ha comenzado a tener sus resultados. Este lunes, las firmas eléctricas bajaban en el parqué mientras que las asociadas al negocio renovable se disparaban. De esta manera, E.on bajó en el selectivo de la bolsa de Fráncfort un 2,3%, hasta 19,55 euros, y RWE perdió un 1,7%, hasta 40,31 euros. Por su parte, la eólica Nordex ganó un 13,2%, hasta 6,80 euros y el consorcio solar SolarWorld lo hizo un 8,8%, hasta 9,62 euros.
El coste nuclear
Una de las cuestiones más debatidas es el coste de esta energía. Anti y pro nucleares se lanzan cifras contrapuestas a la cabeza, en lo que parece una lucha destinada a defender sus intereses y no a medir el impacto de los reactores en la factura eléctrica. Además, normalmente ambos tienen razón, aunque parezca mentira.
De un lado, la industria nuclear dice que su coste de producción es uno de los más baratos y que también son la fuente que menos contamina (a excepción de las renovables). Del otro, los ecologistas denuncian que el gasto de construcción de una central es enorme y que si a esa descomunal partida de capital se le une el coste de asegurar la central y manejar los residuos futuros, sería inviable construir una instalación de este tipo. Greenpeace, incluso, denuncia en este documento que en un mercado libre "la energía nuclear deja de ser competitiva". Es un argumento sólido, pero que debería aplicarse, para ser coherente, a todas las fuentes de energía (y casi todas reciben subvenciones en la actualidad).
Por eso, las dos posturas son ciertas en muchas ocasiones. Si se cuentan todos los costes, la energía nuclear es muy cara y podría no salir rentable. Pero el caso es que las centrales ya están levantadas. Quizás no deberían haberse subvencionado en los años 60 y 70, pero eso es algo que ya no puede cambiarse, por lo que cerrarlas ahora o demolerlas sería un gasto de capital enorme (esos 40.000 millones que Alemania ha previsto).
La crítica sueca
Finalmente, hay que destacar que la decisión de Merkel ha sido muy comentada a lo largo de toda la jornada, pero que quizás ha sido el ministro sueco de Medio Ambiente, el centrista Andreas Carlgren, el más contundente. Precisamente en su calidad de vigilante de la buena marcha del clima y la naturaleza, el titular de la cartera verde ha criticado la decisión de Alemania de adelantar el apagón nuclear en ese país a 2022, iniciativa que considera no es la solución "ideal". A su juicio, la decisión germana va a perjudicar los esfuerzos para reducir las emisiones de CO2.
"Centrarse tanto en qué año debe eliminarse la energía nuclear hace que se corra el riesgo de perder lo esencial, es decir, cómo vamos a resolver el doble reto de reducir la energía nuclear y las emisiones de gases contaminantes", declaró Carlgren a la emisora pública Radio de Suecia. Carlgren sostuvo que la decisión alemana va a tener "desventajas" y se felicitó porque en Suecia se haya abandonado la discusión sobre fijar un año para el apagón nuclear.