ZP dijo en una memorable intervención de 2007 que el Gobierno había situado a España en la Champions League de la economía. Ni estaba, ni está, pero debería estar.
A Aznar le costó bastante recoger la economía española de la basura, donde la había dejado el partido socialista, para llevarla a ingresar en el euro. Ahora, cuando de nuevo estamos tocando el mismo fondo por culpa del mismo partido, podría ser razonable pensar que hay que seguir aspirando a la Champions. No es esa la preocupación. Por un lado quieren reorganizar su partido para estar listos para las elecciones, pasando España a segundo plano. Por el otro, no hay prisa.
Los que cuentan en el euro han concluido que el rescate a Grecia ha fallado. Así, han decidido no repetir el error, y no soltar los 60.000 millones de euros que se supone necesita en 2012 y 2013. Esto implica lo que ahora se llama una suave reestructuración de la deuda en la forma de un retraso en sus pagos. A esta opción se oponen hoy ya solo, además de los griegos, claro, los banqueros centrales. La razón es que una parte de la deuda griega la tienen ellos, y el resto, bancos a los que presta el BCE. Esto, recuerdan más discretamente, no habría sucedido si no les hubiesen obligado a comprarla, lo que prohíbesu estatuto. Que el argumento para un nuevo rescate sea que ya se hizo ilegalmente uno que no se puede devolver, no deja de tener gracia. Pero que funcionarios y analistas refunfuñen por ausencia de unión fiscal, tampoco prevista, es irrelevante. Lo determinante es que los que deciden hayan constatado que esto no puede seguir así:
"En cuanto los líderes nacionales se han enfrentado a la consecuencia de esa posición –la de que prevenir una quiebra en la euro-zona implica que deben siempre estar listos a firmar más cheques de rescate– se han echado atrás". WSJ dixit.
Pero lo peor es que hay economías tan esclerotizadas que son incapaces de crecer y de pagar sus deudas, al plazo que sea. Para esos Estados, pasada la reestructuración, se presenta otra etapa bien curiosa. O son capaces de adoptar, y asumir, las recetas de disminuir el gasto y revitalizar la economía diseñadas en Berlín y Bruselas, o no. En este caso, por mucho que no lo diga el tratado (¿no prohíbe acaso los rescates y la monetización de la deuda? Artículos 124 y 125), no hay que descartar que se ayude a reflotar a los países más recalcitrantes expulsándolos del euro. Esto permite recurrir al robo de guante blanco llamado devaluación. Ese camino puede ser enseñado a Grecia. Como eso no es la Champions, sería deseable que no se lo enseñara nadie a España. Pero si se empeñan los políticos, acabarán por recorrer todo el camino que va desde la Champions al triste futuro de los países de segunda división. Y los entrenadores, al menos, dimiten.