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Emilio J. González

Reforma laboral: mareando la perdiz

Sería sólo una medida para dar la sensación de que todo cambia para que nada cambie. Y como los agentes sociales saben que, al final, lo único que quiere Zapatero es algo con lo que seguir mareando la perdiz, no van a pactar nada de enjundia.

Dice la OCDE que España va a tardar quince años en volver a las tasas de paro previas al estallido de la burbuja inmobiliaria y, en cierto modo, no le falta razón porque la salida de la crisis, con las características que tiene la nuestra, va a ser larga y dolorosa. Ese plazo, sin embargo, se podría acortar si se llevara a cabo, de una vez por todas la verdadera reforma que necesita nuestro mercado laboral, de manera que permita tanto la generación de empleo con bajas tasas de crecimiento económico como la recuperación de la competitividad de las empresas y su adaptación a los años de estancamiento que aún tenemos por delante. La reforma laboral, de hecho, es uno de los elementos clave para superar la crisis cuanto antes.

Los agentes sociales, sin embargo, no están por la labor de avanzar en ese sentido. A pesar de que en este país hay cinco millones de parados, los sindicatos no quieren oír ni hablar de nuevas medidas de flexibilización del mercado de trabajo, porque va en contra de su ideología y porque les resta poder, una razón esta última que comparten también los representantes de la CEOE en la mesa de negociaciones para no ir más lejos, pese a que dentro de la patronal se alzan cada vez más voces diciendo que lo acordado hasta ahora no es más que una reforma vacía de contenido y que hay que ir mucho más allá.

La cosa tendría solución si el Gobierno tuviera la capacidad política necesaria para regular por decreto esa reforma que los agentes sociales se niegan a pactar. La capacidad política y, dicho sea de paso, la intención de hacerlo. Entonces, ante la amenaza a los agentes sociales, que, visto lo visto no sé para qué los queremos, de legislar por decreto, éstos ya se encargarían muy mucho de llegar a un acuerdo satisfactorio antes de que nadie les imponga nada. Pero como este Gobierno es muy débil, carece de esa capacidad. Después del fortísimo varapalo que han recibido los socialistas en las municipales y autonómicas, éstos no están como para imponer medidas que, aunque imprescindibles, serían muy cuestionadas sobre todo por el votante de izquierdas. Y, desde luego, tal y como están las cosas en estos momentos dentro del PSOE, lo último que quieren los zapateristas es enfrentarse con el ala sindical del partido, teniendo en cuenta que, en estos momentos, se la están jugando a todo o nada contra los sectores que les culpan, con razón, del tremendo desastre sufrido en las urnas. Sí, dice el Ejecutivo que hoy hay pacto, o hay ‘decretazo’, pero ‘decretazo’ lo sería sólo de nombre porque estaría vacío de contenido. Sería sólo una medida para dar la sensación de que todo cambia para que nada cambie y tranquilizar a los mercados. Y como los agentes sociales saben que, al final, lo único que quiere Zapatero es algo con lo que seguir mareando la perdiz, no van a pactar nada de enjundia y van a seguir a lo suyo, mientras cinco millones de españoles ni tienen empleo ni esperanza alguna de conseguirlo. He aquí una razón de mucho peso para convocar ya elecciones generales.

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