El excesivo endeudamiento bancario y su posterior rescate público tumbó a Islandia al inicio de la crisis financiera internacional, al igual que aconteció posteriormente con Irlanda tras el estallido de la crisis de deuda en la zona euro. Por el contrario, en Portugal fue el propio estado el causante de la quiebra del país, tal y como avanzó Libre Mercado. El caso de Grecia, primer país del euro que afrontará una "reestructuración", es muy similar al luso.
Entre los diversos factores que han contribuido a su caída destacan, sobre todo, un sobredimensionado sector público, del todo insostenible, sustentado temporalmente gracias a la burbuja crediticia de la última década; este sustancial peso del estado, sumado a una economía muy poco competitiva y aún menos ahorradora, conforman las claves de la particular tragedia griega.
Para analizar su declive es preciso remontarse a los albores de la década de los 80 y, especialmente, a la evolución estatal y económica de Grecia tras su entrada en la Unión Monetaria.
Crecimiento anémico
Grecia registró uno de los crecimientos económicos más elevados del mundo desarrollado entre 1950 y 1973. Pero a partir de entonces se desaceleró paulatinamente hasta que, al inicio de los años 80, este desarrollo se rompió bruscamente. El PIB per cápita de Grecia no sólo creció a tasas inferiores a la del resto de países periféricos (Irlanda, Italia, Portugal y España) sino que, incluso, se situó por debajo de la media de UE-15 y de la OCDE (2% y 2,1% anual, respectivamente).
Este anémico crecimiento continuó hasta 1993 -entre 1990 y 1993 el PIB per cápita apenas avanzó un 0,5% anual-, pero mejoró a partir de entonces, no sólo en los últimos años de los 90 sino también en la primera década del siglo XXI, tras su entrada en el euro.
¿Problema? "El relativo crecimiento de la última década no estaba basado en sólidos fundamentos, sino en una aceleración insostenible del gasto público y privado", según los analistas del prestigioso instituto económico IFO de Alemania. Un gasto desmedido que tan sólo fue posible gracias a la burbuja crediticia de los últimos años.
Rigidez laboral
Hasta 1981, el rápido crecimiento y la emigración permitieron reducir la tasa de paro hasta el 4%. Desde entonces fue subiendo gradualmente hasta alcanzar el 11,7% en 1999, y eso que el ritmo de crecimiento en los 90 fue superior al de los 80. Mientras, el rápido crecimiento de la última década bajo el paraguas del euro redujo el paro hasta el 7,7% en 2008, pero tras estallar la crisis financiera comenzó de nuevo a subir a tasas de dos dígitos.
Así pues, desde los 80 el mercado laboral griego se ha ido deteriorando de forma más o menos estable, a excepción del período del boom. Una de las principales razones radica en su rígido mercado laboral. Y es que, Grecia cuenta con uno de los "sistemas de protección al trabajador" (legislación laboral) más duras de la OCDE, al igual que España, curiosamente. Y ello, gracias el enorme peso del poder sindical en la economía helena.
Un Estado insostenible
Hasta los 80, el gasto público en Grecia era significativamente inferior a le media europea. Así, por ejemplo, en 1970 su peso sobre el PIB apenas alcanzaba el 23% frente al 34% de la posterior UE-12, mientras que en 1980 se mantenía en el 30% frente al 43% medio del resto de países.
Pero todo esto cambió, de nuevo, en los 80. A partir de entonces, el Estado disparó el gasto público hasta el 52% del PIB en 2009, superior a la media del resto de países periféricos. El crecimiento desmesurado de las transferencias sociales (del 8% del PIB en 1970 al 21% en 2009) y del empleo público (del 8% del PIB en 1976 al 12,7% en 2009) explican esta evolución.
En el ámbito de las transferencias destaca el gasto de las pensiones públicas, uno de los mayores riesgos para la sostenibilidad de las cuentas públicas helenas a medio y largo plazo. Así, las pensiones públicas se tragaron casi el 12% del PIB en 2007 y supondrán casi el 20% de la riqueza nacional en 2035, según las previsiones de la Comisión Europea. Un crecimiento de casi 8 puntos porcentuales frente al 1,7% previsto para la UE-27 entre 2007 y 2035. Y eso, tan sólo teniendo en cuenta las pensiones.
En cuanto al empleo público, la evolución es si cabe, aún más dramática. Entre 1976 y 2010, el número de empleados públicos se ha triplicado, desde los 282.000 hasta los 768.000, mientras que los trabajadores del sector privado tan sólo han crecido un 24% -desde los 2,98 millones hasta apenas 3,66, respectivamente-. De este modo, en términos relativos, el empleo público pasó de representar el 8,7% del empleo total en 1976 hasta el 17,3% en 2010 (más del doble).
La evolución del gasto y de los empleados públicos muestran el sustancial crecimiento del Estado griego sobre la economía del país a los largo de los últimos 30 años. Una evolución que, sin embargo, no se vio además acompañada de más ingresos fiscales, cuya media es muy inferior al de la UE-15.
Evasión de impuestos
Grecia cuenta con una de las mayores tasas de evasión de impuestos de Europa, hasta el punto de que forma parte de la cultura nacional. Esto se debe en parte al elevado nivel de autoempleo (autónomos) que existe en Grecia -el más alto de la OCDE- y que, a diferencia de los asalariados, pueden declarar con mayor facilidad a Hacienda una renta inferior a la real. Así, por ejemplo, más de un 40% de los médicos que trabajan por cuenta propia en la zona de mayor renta per cápita de Atenas declararon una renta inferior a los 20.000 euros en 2008. Y eso que muchos contaban con casas valoradas en más de dos millones de euros.
Aunque es difícil de estimar con precisión, la economía sumergida en Grecia se aproxima al 40% del PIB, según distintos análisis. A ello hay que sumar un crecimiento económico anémico, que tampoco impulsa los ingresos fiscales.
Mucho gasto y pocos ingresos causaron un déficit público estructural, incluso en pleno boom crediticio de los últimos años, a excepción del breve paréntesis de mitad de los años 90 y principios de 2000, como consecuencia de tener que ajustar las cuentas para poder entrar en el euro. La deuda pública crece sin parar desde los años 70: del 20% del PIB en 1975 al 100% en 1994 y al 140% en 2010... Y subiendo.
Y es que, al excesivo gasto público se suman las típicas actividades extrapresupuestarias para mantener todo un entramado de empresas semipúblicas: durante los años 90 varias partidas pendientes del pasivo público tuvieron que ser consolidadas con la deuda estatal; en 2009, el efecto acumulado de las partidas extrapresupuestarias había contribuido a una deuda relativa al PIB superior a los 60 puntos porcentuales.
Mucha deuda y poco ahorro
Por otro lado, tan preocupante es la situación fiscal como la balanza exterior. Para ello, es preciso observar la evolución de los salarios pero, sobre todo, las tasas de ahorro nacional y endeudamiento exterior. La evolución de estos dos últimos factores ha sido dramática en las últimas décadas.
El sueldo de los funcionarios creció un 159% entre 1995 y 2009, mientras que en las empresas públicas se disparó un 221%. En el sector privado aumentó un 116% en este mismo período, por debajo del crecimiento acumulado del PIB nominal (160%).
La clave, pues, de la pérdida de competitividad griega reside en el drástico aumento del endeudamiento externo, sin que éste fuera compensado por un crecimiento del ahorro nacional. El conjunto de la economía griega gasta mucho más de lo que produce, teniendo que cubrir la diferencia a base de crédito exterior (deuda). Esta variable se mide a través de la balanza por cuenta corriente.
La balanza por cuenta corriente empezó a deteriorarse en 1981, se agravó a mitad de los años 90, y el déficit exterior finalmente se disparó en los años siguientes, con tasas anuales superiores al 12% del PIB al año. Sólo desde 2004 el déficit por cuenta corriente añadió casi 50 puntos porcentuales a la deuda exterior neta, hasta alcanzar el 100% del PIB en 2010. Esta enorme escalada de la deuda, muy lejos de lo ampliamente aceptado como el "umbral peligroso" del 40-50% del PIB, se generó en un espacio de tiempo muy corto. De hecho, la deuda exterior neta en 1997 era prácticamente cero.
Los bajos tipos de interés a los que se pudo financiar Grecia tras su entrada en el euro disparó el endeudamiento exterior del país, sin necesidad de grandes esfuerzos. El problema aquí es que, al tiempo que la deuda crecía, el ahorro se desplomaba.
El espectacular y sólido crecimiento de Grecia desde 1950 hasta los años 70 se fundamentó en una muy elevada tasa de ahorro nacional. Pero, a partir de 1974, el ahorro comenzó a descender. En concreto, 32 puntos porcentuales: desde el 20% del PIB en los 70 hasta el -12% en 2009. Grecia y Portugal son los únicos países que han registrado tasas negativas de ahorro en la zona euro. Comparado con cualquier otro país de los Europa de los 15, Grecia ha experimentado el mayor declive en ahorro nacional en las últimas décadas.
Quiebra
En definitiva, la inexistencia de ahorro nacional, el brutal aumento de la deuda externa, la escasa competitividad de su economía y un Estado sobredimensionado han formado el cóctel explosivo que padece el país.
Ante tal situación no es de extrañar que los acreedores del Gobierno de Atenas (muchos de ellos extranjeros, como resultado precisamente de ese desequilibrio exterior) comenzaran a desconfiar de un modo creciente en la solvencia del país tras el estallido de la burbuja crediticia y, por tanto, el fin del dinero fácil y barato. Toca pagar la factura, y es ahora cuando Grecia se percata de que, simplemente, no puede.