El francés Jean-Claude Trichet ha sido un buen banquero central... en comparación con sus colegas Greenspan y Bernanke al frente de la Reserva Federal de EEUU (Fed). O, dicho de otro modo, siendo todos nefastos, Trichet culminará su función al frente del Banco Central Europeo (BCE) como el tuerto en el país de los ciegos. No obstante, su laxa y duradera política monetaria, impuesta al compás de la batuta de los bajos tipos estadounidenses, fue la causante de la burbuja crediticia que, años más tarde, acabó estallando en el seno de la zona euro.
Por si fuera poco, su gestión de la crisis financiera no ha sido, precisamente, la más idónea para resolver los graves problemas estructurales que padece la Unión. Así, Trichet no dudó en bajar los tipos de interés hasta mínimos históricos (1%); inyectó decenas de miles de millones de euros a la banca continental para frenar una crisis de liquidez cuando, en realidad, se trataba de un problema de solvencia; apoyó, al menos temporalmente, los monstruosos planes de "estímulo" recomendados por el G-20 y el Fondo Monetario Internacional (FMI) con el ilusorio fin de combatir la recesión e impulsar la ansiada recuperación; y, por último, pero no menos importante, el francés firmó la carta de defunción del originario BCE tras empezar a comprar deuda pública de forma directa a los estados más débiles de la zona euro y aceptar como colateral ingentes montañas de bonos basura para mantener en pie a la banca de esos mismos países, violando así los tratados fundacionales de la UE.
Como colofón, muy posiblemente, abandonará el cargo con una tasa de inflación en la zona euro superior al 2%, incumpliendo su único y principal mandato: garantizar la estabilidad de precios. Visto lo visto, sin duda, un currículum intachable el del francés. Pero, tal y como dice el refranero popular, a veces más vale lo malo conocido que lo bueno por conocer.
Axel Weber, ex presidente del Bundesbank (banco central alemán), era el principal aspirante a suceder a Trichet hasta hace bien poco. Sin embargo, sus duras críticas a la gestión desempeñada por Trichet y su firme posicionamiento en contra de los rescates soberanos y la monetización de deuda (compra y aceptación de bonos basura) le granjeó importantes enemigos dentro y fuera de la institución monetaria. Weber fue obligado a dimitir tras las fuertes presiones ejercidas por los socios comunitarios a la canciller Merkel. Su eliminación de la carrera sucesoria fue interpretada como una mala noticia –el euro reaccionó a la baja tras el anuncio–. Y es que con Weber se fue el candidato más firme y sólido para implementar una política monetaria ortodoxa, responsable y seria.
Eliminado el obstáculo, el italiano Mario Draghi ocupará el cargo de Trichet el próximo otoño. A la espera de poder evaluar su futuro mandato, lo cierto es que su mera designación en sustitución de Weber es ya de por sí negativo para la moneda común. Sin embargo, no es la única razón. Para empezar, Draghi es el candidato de Francia, firme defensora de los rescates soberanos, los bajos tipos de interés, la monetización de deuda pública, la homogeneización fiscal en la zona euro y la creación de los denominados "eurobonos".
Draghi es, además, el banquero central de Italia, uno de los países englobados bajo el despectivo término PIIGS. Es decir, proviene, precisamente, de uno de los países más débiles y con mayor riesgo de la Eurozona. Además, su pasado arroja serias dudas acerca de su gestión. Draghi dirigió las operaciones de Goldman Sachs en Europa entre 2002 y 2006, justo cuando se fraguó la ocultación de deuda pública griega con la ayuda del banco estadounidense. El escándalo de Goldman Sachs y la deuda griega estalló a principios de 2010. Draghi alegó entonces desconocer tales operaciones, pero resulta cuando menos sospechoso que uno de los máximos responsables de Goldman en Europa no estuviera al tanto de tal negocio. Sobre todo, si se tiene en cuenta que en los años 90, cuando dirigía el Tesoro italiano, se llevó a cabo una ocultación de deuda municipal similar a la orquestada por Grecia poco después.
¿Casualidad? Quién sabe, pero lo que sí es seguro es que el regocijo de Salgado ante la elección de Draghi tampoco es buena señal. Claro que su éxito o fracaso dependerá de su objetivo. Y es que quizás sea el candidato idóneo para impulsar los Estados Unidos de Europa que ansían Merkel y Sakozy, e incluso su antecesor Trichet. La creación de un superestado, bueno para los políticos, pero todo lo contrario para los individuos.