De ahí la muy elemental proposición de que la destrucción indeseada de bienes materiales nunca –insisto, nunca– nos vuelve más ricos. Tal vez sea por ello que a las catástrofes naturales se las llame "catástrofes" y no "bendiciones naturales".
Una y otra vez Bastiat, profesor Rallo. Gran reflexión y, de nuevo, muy oportuna. Pero descuide, algún progresista se escandalizará de su "falta de respeto hacia las víctimas". Son muy hábiles en buscar el lado emocional de todo. Ya se han posicionado además en la habitual cantinela posterior a un desastre: "reforzaremos las normas de construcción". Nos llamarán insensibles, pero esa nueva legislación -aprovecharán seguramente para tenerla lista un poco antes de las generales, si es que su ineficiencia se lo permite- sabemos que tendría efectos perversos. El mercado, en ausencia de regulación, proveería soluciones que los gobernantes en su arrogancia creen poder sustituir. Nuevamente Bastiat; quizá vean los muertos que se evitan con los recursos extraordinarios dedicados a mejorar la calidad de los edificios, pero no verán los muertos que se generan en quién sabe dónde, quizá un hospital con menos presupuesto en sus quirófanos, un ciudadano que ha demorado el cambio de neumáticos porque los impuestos no le dan tregua, una peor alimentación ... Si no es un atrevimiento, no estaría de más que nos dedicara unos de sus clarificadores artículos a este tema, a riesgo de darle más oportunidades a los socialistas -de ambos megapartidos, por supuesto- para que nos sigan acusando de no tener corazón.
Una y otra vez Bastiat, profesor Rallo. Gran reflexión y, de nuevo, muy oportuna. Pero descuide, algún progresista se escandalizará de su "falta de respeto hacia las víctimas". Son muy hábiles en buscar el lado emocional de todo. Ya se han posicionado además en la habitual cantinela posterior a un desastre: "reforzaremos las normas de construcción". Nos llamarán insensibles, pero esa nueva legislación -aprovecharán seguramente para tenerla lista un poco antes de las generales, si es que su ineficiencia se lo permite- sabemos que tendría efectos perversos. El mercado, en ausencia de regulación, proveería soluciones que los gobernantes en su arrogancia creen poder sustituir. Nuevamente Bastiat; quizá vean los muertos que se evitan con los recursos extraordinarios dedicados a mejorar la calidad de los edificios, pero no verán los muertos que se generan en quién sabe dónde, quizá un hospital con menos presupuesto en sus quirófanos, un ciudadano que ha demorado el cambio de neumáticos porque los impuestos no le dan tregua, una peor alimentación ... Si no es un atrevimiento, no estaría de más que nos dedicara unos de sus clarificadores artículos a este tema, a riesgo de darle más oportunidades a los socialistas -de ambos megapartidos, por supuesto- para que nos sigan acusando de no tener corazón.