El presidente del Gobierno sigue sin querer enterarse de qué va esta crisis, a pesar de que la Unión Europea ha vuelto a recordárselo este viernes al mostrar sus dudas acerca de que España vaya a ser capaz de cumplir sus compromisos de recorte del déficit público. Y es que esta crisis es, ante todo, una crisis fiscal porque, de la noche a la mañana, se han volatilizado ingentes cantidades de ingresos tributarios vinculados con la burbuja inmobiliaria que nunca más volverán.
Por ello, la estrategia para superarla no puede ser otra que la de aplicar una poda intensa en todas las partidas de gasto de todos los niveles de la Administración. Sin embargo, Zapatero, como buen socialista que es, cree en el Estado por encima de todas las cosas, y quiere también disponer de dinero para seguir haciendo de las suyas en los meses que le quedan al frente del Gobierno, se niega a hacer lo que hay que hacer. Lo vamos a tener que pagar muy caro, como prueba la evolución de la prima de riesgo de la deuda española.
Zapatero no se para a pensar que en España hay mucho gasto innecesario que se puede y se debe eliminar de un plumazo. Para él gasto público significa socialismo por principio y, por tanto, sigue obcecado con que el sector público gaste y gaste, por mucho que buena parte de esos pagos sean completamente inútiles. Su estrategia para superar la crisis fiscal no es otra que, por un lado, esperar a que la recuperación de las principales economías europeas tire de la actividad productiva en España.
Ya lo está haciendo, pero parte de esos beneficios se pierden como consecuencia de nuestra elevada dependencia del petróleo mientras la demanda interna sigue mostrando un encefalograma plano porque ni hay crédito ni se crea empleo. Por eso, el segundo eje en el que ZP quiere basar su estrategia es en impulsar, como sea, la creación de empleo. De ahí que convocase el jueves con urgencia a patronal y sindicatos a una cena en Moncloa para presionarles con el fin de que cierren cuanto antes un acuerdo sobre la negociación colectiva. El problema es que con ese acuerdo va a pasar lo mismo que con la reforma laboral: que como no se va a hacer lo que se tiene que hacer, apenas va a servir de nada. Y sin empleo, ni hay demanda interna, ni hay más recaudación tributaria.
Además, aunque la estrategia de ZP funcionara, ello no bastaría para cerrar la crisis fiscal. Esta deriva de un exceso de gasto financiado con los ingresos extraordinarios de la burbuja inmobiliaria, y éstos no volverán. La economía españolan tampoco va a ser capaz de aportar tanto dinero al Erario porque su crecimiento va a ser bastante débil y porque los salarios están bajando. Por ello, le guste o no a Zapatero, o empieza a recortar el gasto público por todas partes, o de esta no vamos a salir porque los mercados van a seguir elevando la prima de riesgo, poniendo a España en una situación cada vez más difícil. Y si no lo quiere hacer, que convoque elecciones el 23 de mayo en vez de condenarnos a otro año más de agonía.