A pesar de las evidentes cualidades narrativas del Sr. Llamas, la verdad es que a los no versados, nos resulta tedioso y difícil seguir el hilo argumental de las quitas; canjes; trueques; bonos malos y bonos buenos, de esta segunda operación rescate.
No obstante, lo que si resulta meridianamente claro es que aparte de recordarnos el famoso juego de "donde está la bolita", pero en versión mega-deuda, el planteamiento se parece demasiado a los ejercicios de prestidigitación a que nos tienen acostumbrados los genios de la cosa económica, que al final, acaban explotando en la cara de los infelices de siempre.
Ya se que estoy mentando la soga en casa del ahorcado y que saldrán voces autorizadísimas -como la de D. Carlos Rodriguez Braun-, señalando que los economistas no tienen la culpa de nada. Pero creo que los profanos tenemos sobradas razones para sospechar que los cálculos de los mejores economistas son una mierda -con perdón-, porque a poco de haber previsto un plan de rescate de tropecientos mil millones de piedrólares, nos vienen con que no era suficiente y hace falta un 50% más y encima sin la más mínima garantía de cual será el resultado de este gigantesco esfuerzo. O mejor dicho, con la seguridad de que las veleidades Griegas acabarán costando un riñón y media yema del otro al resto de ciudadanos Comunitarios.
Los incendios propiciados por la infame casta politico-económica que nos desgobierna desde Bruselas se pagan con más madera -que diría Groucho Max- y la sensación o más bien certeza, es que son incapaces de atajar las desastrosas consecuencias de sus propios errores; un problema que en principio habría sido tan fácil y barato de atajar como haber cogido la palmeta en su momento, y haberle puesto el culo morado al alumno indisciplinado antes de haberle puesto unas enormes orejas de burro para dejarlo una buena temporada de rodillas y de cara a al pared.
Yo no se ustedes, pero un servidor cada día tiene más claro que hay una cosa bastante peor que un terrorista con una maleta llena de Plutonio en el metro de Nueva York y es un economista y un político juntos en la misma habitación y si en ese momento ven entrar en la misma a un banquero y/o a un gran inversor, entonces recen lo que sepan, porque no les dará siquiera tiempo a salir corriendo.
A pesar de las evidentes cualidades narrativas del Sr. Llamas, la verdad es que a los no versados, nos resulta tedioso y difícil seguir el hilo argumental de las quitas; canjes; trueques; bonos malos y bonos buenos, de esta segunda operación rescate.
No obstante, lo que si resulta meridianamente claro es que aparte de recordarnos el famoso juego de "donde está la bolita", pero en versión mega-deuda, el planteamiento se parece demasiado a los ejercicios de prestidigitación a que nos tienen acostumbrados los genios de la cosa económica, que al final, acaban explotando en la cara de los infelices de siempre.
Ya se que estoy mentando la soga en casa del ahorcado y que saldrán voces autorizadísimas -como la de D. Carlos Rodriguez Braun-, señalando que los economistas no tienen la culpa de nada. Pero creo que los profanos tenemos sobradas razones para sospechar que los cálculos de los mejores economistas son una mierda -con perdón-, porque a poco de haber previsto un plan de rescate de tropecientos mil millones de piedrólares, nos vienen con que no era suficiente y hace falta un 50% más y encima sin la más mínima garantía de cual será el resultado de este gigantesco esfuerzo. O mejor dicho, con la seguridad de que las veleidades Griegas acabarán costando un riñón y media yema del otro al resto de ciudadanos Comunitarios.
Los incendios propiciados por la infame casta politico-económica que nos desgobierna desde Bruselas se pagan con más madera -que diría Groucho Max- y la sensación o más bien certeza, es que son incapaces de atajar las desastrosas consecuencias de sus propios errores; un problema que en principio habría sido tan fácil y barato de atajar como haber cogido la palmeta en su momento, y haberle puesto el culo morado al alumno indisciplinado antes de haberle puesto unas enormes orejas de burro para dejarlo una buena temporada de rodillas y de cara a al pared.
Yo no se ustedes, pero un servidor cada día tiene más claro que hay una cosa bastante peor que un terrorista con una maleta llena de Plutonio en el metro de Nueva York y es un economista y un político juntos en la misma habitación y si en ese momento ven entrar en la misma a un banquero y/o a un gran inversor, entonces recen lo que sepan, porque no les dará siquiera tiempo a salir corriendo.