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Emilio J. González

Hipotecando el futuro

Lo que se impone es aceptar la realidad, de una vez por todas, y ajustar el gasto a la misma, no seguir con la misma dinámica de tirar el dinero.

Las autonomías que están optando por emitir ‘bonos patrióticos’ –en vez de aplicar con fruición la tijera al gasto público para podarlo de todas aquellas ramas innecesarias–, que son muchas muy variadas, están cometiendo un error que acabarán pagando con el tiempo. Los gobiernos regionales están acudiendo al bolsillo de los ciudadanos, ofreciéndoles tipos de interés muy atractivos porque ya nadie les concede financiación, lo cual es un disparate. Una estrategia de este tipo se puede utilizar si el dinero recaudado se destina a inversiones que después van a permitir generar unos ingresos con los que pagar los intereses y devolver el principal de la deuda. Este no es el caso de las comunidades autónomas que han acudido a este tipo de emisiones, con lo cual, lo que están haciendo es generar nuevos gastos en forma de mayores pagos por intereses de la deuda, que en los próximos ejercicios impulsará su déficit al alza. Y eso lo hacen en unos momentos en los que viven una crisis fiscal estructural porque los fuertes ingresos tributarios relacionados con la burbuja inmobiliaria han desaparecido y no van a volver nunca más. Lo que se impone, por tanto, es aceptar la realidad, de una vez por todas, y ajustar el gasto a la misma, no seguir con la misma dinámica de tirar el dinero, porque sin recortes del gasto nunca conseguirán cerrar sus déficits.

En estas circunstancias, lo que va a pasar es que, cuando llegue el momento del vencimiento de esa deuda que están emitiendo ahora, no tendrán dinero para pagarla y, por lo tanto, los gobiernos regionales se verán forzados a renovarla y, de esta forma, perpetuar tanto la misma como el pago de los intereses que genera, el cual siempre se abre paso en un presupuesto público a costa de las demás partidas de gasto. De esta forma, los políticos de hoy están creando una hipoteca bastante onerosa sobre los presupuestos de mañana porque esos intereses de la deuda tarde o temprano obligarán a los ejecutivos regionales a tener que reducir sus gastos (cosa que no está de más, dicho sea de paso). Lo malo es que los recortes, si llegan a hacerlo, acabarán siendo en aquellas partidas más necesarias para los ciudadanos, porque dudo que vayan a aplicar la tijera en aquellos capítulos con los que financian sus políticas ideológicas, sus estrategias de votos cautivos o las muchas corrupciones de todo tipo a que está dando lugar el Estado de las Autonomías. Vamos, que se cargarán el gasto productivo o el necesario para la sociedad para poder seguir haciendo de las suyas. Y, si en lugar de aplicar la tijera, optan por subir los impuestos, lo que conseguirán es poner todavía un poco más contra las cuerdas a los contribuyentes, muchos de los cuales ya lo están pasando bastante mal y/o tienen ante sí un largo periodo de vacas flacas.

Moody’s acaba de advertir de los riesgos de los ‘bonos patrióticos’. La cuestión es si los líderes regionales se dan por aludidos o no, y si los nacionales están dispuestos a poner coto de una vez por todas a este desmadre económico y fiscal en que se han convertido las autonomías.

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