D. Carlos, su aserto básico de que "el progreso dará ocasión a una mayor desigualdad", que asumo plenamente, me ha llevado, metiéndome en un jardín, a ampliar y a matizar -pero no, a sustituir radicalmente- mi creencia previa en el "dogma" inverso, pretendidamente neoliberal , según el profesor Navarro. Esa creencia mía estaba basada en la posibilidad de que la inequidad en la percepción de las rentas favorece la restricción del consumo, en los más, y, concomitantemente, el ahorro y la inversión, en los menos. Tal vez, mi error de concepción estuviera en un exceso del desprecio del consumo doméstico, versus el aprecio de la inversión productiva, como factor del progreso económico colectivo; más o menos como la estrategia de los países de la antigua URSS, si se hace abstracción de las corruptelas de sus dirigentes. En el plano microeconómico, esa estrategia nos orientaría hacia el sacrificio de los costes salariales en favor de las beneficios empresariales. Quizás, todo dependa de cuales sean las situaciones. Por supuesto, consideraciones morales aparte.
Respetuosamente.
Es que, Profesor, cuando uno no tiene una teoría que le permita interpretar correctamente la realidad, no sabe si la riqueza o eficacia se debe a la equidad y altas tasas impositivas o se producen a pesar de ellas.
Análogamente con la democracia, que cada día me parece más inviable, ¿nuestro progreso económico, se debe a la democracia o se produce a pesar de ella?
¿Viviríamos peor en un país regido, por ejemplo, por un monarca absoluto, preocupado del buen estado y desarrollo de SU país, de donde fuera posible emigrar en el que caso de que las condiciones de libertad y prosperidad se deterioraran?
He estado en Qatar, el país más rico del mundo, y la situación es similar a la anteriormente expuesta. Poder concentrado en el Emir y su familia, alto nivel de vida, libertad de actuar dentro de un marco en el que el que infringe la ley lo paga, no hay impuestos, libertad de capitales y si no te gusta como anda la perrita te largas y punto.
Pues ese sabio catedrático lidera la corriente mas fuerte del actual pensamiento económico: la envidia.
La inequidad tiene el riesgo de frenar el crecimiento económico privando a amplias capas de la población de posibilidades de consumo. Para ello las sociedades desarrolladas ponen en funcionamiento un sistema de impuestos progresivos que redistribuya renta (sobre todo prestaciones, subsidios y pensiones) de manera que se asegure un consumo mínimo per cápita. Esto debería incentivar la actividad económica y el progreso. Lo contrario lleva a mercados con demanda insuficiente que no se desarrollan (precios no atractivos para aumentar la producción de las empresas, escaso número de éstas, baja calidad de los productos...).
Por otro lado, la puesta a disposición por el Estado de bienes públicos así como de otros que suministra porque generan efectos positivos para la sociedad también es redistribución de la renta porque los pagan en mayor medida los contribuyentes más pudientes y lo pueden utilizar todos (en teoría) ya tengan rentas altas o bajas. Independientemente se tiene que procurar la prestación de servicios públicos con la mayor eficiencia posible: en España, por ejemplo, los colegios e institutos públicos se construyeron con ladrillo rojo, las mismas mesas, etc; los hospitales de la red pública lo mismo.