Hace tiempo que se conoce de sobra que aquellos países que apuestan por la libertad de mercado tienen economías que funcionan mucho mejor que quienes se decantan por el intervencionismo y, como es lógico, sus ciudadanos disfrutan de mejores niveles de vida. Lo mismo sucede con las estrategias para superar las situaciones de atraso económico: las naciones que se decantan por el libre mercado están consiguiendo logros inimaginables hace 25 años, mientras que aquellas otras que siguen limitando la libertad económica continúan ancladas en la miseria. Las estadísticas internacionales, así como la historia reciente, con el fracaso del comunismo incluido, así lo atestiguan. Pues bien, eso mismo que sucede con los países ocurre también con las distintas regiones españolas.
Francisco Cabrillo acaba de presentar el segundo informe sobre la libertad económica en España, un estudio único en su género en Europa dirigido por él y en el que colaboran también Rogelio Biazzi y Rocío Albert. Las conclusiones que se pueden extraer del mismo, comparando los datos que ofrece con los principales indicadores macroeconómicos, no dejan lugar a dudas: libertad económica es sinónimo de prosperidad. Así, las autonomías con mayores niveles de libertad económica (Madrid, Navarra, La Rioja, País Vasco y Baleares) son las que disfrutan de mayores rentas per cápita, mientras que aquellas otras en las que la libertad brilla por su ausencia (Extremadura, Andalucía, Castilla-La Mancha, Galicia y Asturias, también por este orden) son las más pobres de España.
Si comparamos el nivel de libertad económica con la tasa de paro de cada comunidad autónoma, los resultados son similares: aquellas regiones en las que prima la libertad los niveles de paro son considerablemente más reducidos que en aquellas otras que la restringen, lo cual constituye un primer síntoma de que la libertad económica permite afrontar mejor la dura crisis que azota a nuestro país desde 2007. Si hacemos la comparación con los puntos de caída de la tasa de crecimiento económico entre 2007 y 2009 vemos también que en aquellas autonomías en las que prima la libertad económica la caída, aunque importante, ha sido menor que en aquellas otras donde brilla por su ausencia. Y si observamos las cifras de crecimiento del PIB de 2010 y el primer trimestre de 2011, quienes están avanzando más en la salida de la crisis son, nuevamente, aquellas regiones donde los ciudadanos y las empresas disfrutan de mayores niveles de libertad económica.
Las conclusiones que se desprenden de todo lo anterior son claras. La libertad económica implica, en última instancia, más riqueza y mejores niveles de vida. Pero también una mayor capacidad de superar dificultades tan importantes como las que castigan ahora a la economía española porque los respectivos gobiernos regionales, en lugar de ahogar a sus ciudadanos y sus empresas, les abren espacios para que puedan desarrollar sus propias iniciativas. La libertad económica, por tanto, no sólo es moralmente superior a su ausencia; es que, a efectos prácticos, funciona mejor en todo momento. A las pruebas me remito.