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Manuel Llamas

Las tres vergüenzas del paro

España sigue contando con uno de los mercados laborales más ineficientes del mundo: ocupa el puesto 115 de un total de 134 países, según el Foro Económico Mundial. Rigideces intolerables que están asfixiando a millones de familias.

España sigue contando con uno de los mercados laborales más ineficientes del mundo: ocupa el puesto 115 de un total de 134 países, según el Foro Económico Mundial. Rigideces intolerables que están asfixiando a millones de familias.

El hecho de que España roce los 5 millones de parados, superando así la tasa del 21%, es un drama en sí mismo que, por desgracia, se veía venir desde hace ya mucho tiempo. Pero la gravedad de las cifras en bruto es si cabe aún mayor si se profundiza en el análisis sectorial del mercado de trabajo. Así, aunque en términos generales todos los datos son, sin duda, muy negativos, cabe destacar tres especialmente alarmantes: el paro juvenil, los desempleados de larga duración y la creación de empleo público.

Un total de 867.200 jóvenes que buscan activamente empleo carecen, hoy por hoy, de oportunidades laborales. En concreto, el 45,4% de los jóvenes de entre 16 y 24 años están desempleados, todo un escándalo propio de países en vías de desarrollo. Y ello, sin tener en cuenta que la población activa ha caído –hay menos personas buscando trabajo– y que su tasa de actividad es reducida –muchos están estudiando–. Y es que, en caso contrario, su tasa de paro sería ya muy superior al 50%.

Esta cifra contrasta de forma sustancial con el resto de Europa. La tasa de desempleo juvenil en la zona euro y en la UE-27 fue del 19,8% y 20,7%, respectivamente, el pasado marzo, según Eurostat. Holanda (6,9%), Alemania (8,2%) y Austria (9,4%) registran las tasas más bajas, mientras que España lidera el ránking con un 44,6%, seguido a gran distancia por Grecia (36,1%), Eslovaquia (35,2%) y Lituania (34,2%).

Ante tal panorama no es de extrañar que los jóvenes de entre 25 y 34 años sean los más dispuestos a cambiar de país (47%) en busca de oportunidades laborales, seguidos de cerca por los que tienen entre 18 y 24 años (43%), según una encuesta de Randstad. Si la actual situación económica se prolonga, España corre el riesgo de convertirse nuevamente en un país de emigrantes sólo que, a diferencia de etapas anteriores, en esta ocasión se irán también los mejor formados.

Al brutal desempleo juvenil se le añade, además, el creciente número de parados de larga duración, es decir, aquéllos que llevan más de un año buscando trabajo sin éxito. Ya suman casi 2,3 millones y suponen, ni más ni menos, que el 46,6% del total de desempleados. Esto significa que en los próximos meses –la prestación tiene una duración máxima de dos años– miles de personas pasarán a engrosar el abultado listado de parados sin ningún tipo de ingreso, que ya ronda los 1,6 millones.

Por último, lo más aberrante de la actual situación es que las administraciones públicas siguen contratando personal sin arrugarse un ápice. En concreto, 17.400 empleados más en el último trimestre, hasta un total de 3.185.900 asalariados, según la EPA. Un dislate, una ofensa y un atropello, uno más de nuestra denostada casta política. Y es que ello implica más gasto público y, por tanto, una mayor carga tributaria para el depauperado sector privado. Los políticos siguen sin entender que por cada nuevo empleo público que generen están destruyendo, de una u otra forma, puestos de trabajo en el resto de la economía productiva, ya que restan recursos a las empresas (menos inversión) y a los contribuyentes netos (menos ahorro y demanda). Han pasado más de tres años desde el inicio de la crisis y el sector público sigue cometiendo los mismos errores.

Así pues, estas tres variables reflejan nuevamente los graves problemas estructurales que padece el mercado laboral español: un sistema educativo decrépito, poco especializado y desconectado de las necesidades de la empresa; un salario mínimo obligatorio que imposibilita trabajar a un gran número de jóvenes; una Seguridad Social que encarece hasta el extremo la contratación de personal; una negociación colectiva que impide la necesaria recolocación de recursos ociosos (parados) hacia los sectores más productivos; una política salarial, impuesta por los sindicatos, que resta competitividad a España; subsidios que desincentivan la búsqueda de trabajo; un sector público sobredimensionado... Y así sucesivamente.

Por desgracia, España sigue contando con uno de los mercados laborales más ineficientes del mundo: ocupa el puesto 115 de un total de 134 países, según el Foro Económico Mundial. Rigideces intolerables que están asfixiando a millones de familias. Y, pese a todo, algunos aún buscan culpables, cuando en realidad éstos aparecen todos los días en los telediarios.

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