Santiago Carrillo escribió en El País: "Yo sigo siendo partidario de la transformación del capitalismo por un sistema de propiedad social". Esto de "propiedad social" significa naturalmente propiedad política; no está pensando Carrillo en amables cooperativas sino en la propiedad pública, coactiva. Es decir, el comunismo. Enormes masas de trabajadores empobrecidos e incluso millones de ellos asesinados por los comunistas durante el último siglo no han sido suficientes para que don Santiago piense que igual la propiedad social tiene algún pequeño problema.
Lo único que ha cambiado en el señor Carrillo es que "en esta coyuntura" admitiría generosamente la propiedad privada en todo pero no en la banca, que según él debería estar controlada políticamente por los Estados. Llega a esa notable conclusión después de afirmar que está desilusionado: el capitalismo no ha sido modificado, la política no ha podido "cortar las excrecencias cancerosas que se han desarrollado en el sistema capitalista" y, horror de horrores: "la banca ha vuelto a tomar las riendas de la política" y es "un poder fáctico mundial más poderoso que ningún otro".
La inquietud que provoca una persona capaz de defender un sistema criminal como el comunismo se ve, por tanto, complementada por la incredulidad que suscita al tener una visión tan asombrosamente alejada de la realidad como para pensar que la banca debería ser controlada políticamente. Llega incluso al delirio de sostener que una banca estatal mundial –¡y controlada por la ONU!– acabaría con la especulación y las crisis.
Carrillo no parece prestar atención al hecho visible de que la banca ya está controlada políticamente: el dinero es un monopolio público, en manos de autoridades políticas que regulan ampliamente la actividad bancaria. Los políticos no son en absoluto esclavos de los banqueros, sino que ambos se necesitan en un sistema que está totalmente alejado de la propiedad privada. Eso que tanto ansía don Santiago, la propiedad "social" se cumple más en el dinero y la banca que en ninguna otra actividad: mi viejo amigo el profesor Jesús Huerta de Soto suele decir que el sistema monetario y financiero es lo único que queda de la planificación soviética. Igual por eso Carrillo quiere que sea aún menos libre.