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Fernando Parrilla

¿Es absurdo enterrar la basura?

Si el vertedero se ha realizado correctamente, una vez saturado el terreno, éste vuelve a ser útil y apenas quedan señales del uso que se le dio durante su época operativa.

Todos hemos participado una y mil veces en las típicas discusiones de café con los compañeros del trabajo o en las sobremesas de las cenas familiares donde te toca intercambiar puntos de vista con el compañero o cuñado de turno sobre temas tan variopintos como la energía nuclear, la pesca masiva, el tercer mundo o el tema que trato hoy: por qué narices enterramos la basura en vez de reciclarla (o no producirla directamente).

La respuesta, para cualquier persona que conozca el tema o tenga algo de formación económica y sentido común, no puede ser más sencilla: porque es más económico que las alternativas. La respuesta común del ciudadano "comprometido" y desinformado es que será más económico para quien se beneficia de ese sistema, pero mucho más costoso para la sociedad. Hay incluso quien lo compara con esconder lo que se barre debajo de la alfombra.

Ante estos argumentos, te toca remangarte e intentar poner un poco de raciocinio en las mentes de tus sorprendidos y algo cabreados contertulios. Hay que empezar intentando aclarar qué alternativas hay a día de hoy al enterramiento de ciertos residuos urbanos. Son dos:

  • Reciclar estos residuos, aumentando el coste de gestión.
  • Y no generar este tipo de residuos, aumentando el coste de ciertos productos al tener que utilizar alternativas más caras.

Cuando ya tenemos claro que no enterrar los residuos también tiene un coste alto para la sociedad, podemos compararlo con el de enterrarlos. Los vertederos, o rellenos sanitarios, son lugares especialmente diseñados para depositar todos aquellos desechos que no se reciclan y, siguiendo ciertos métodos de ingeniería, son enterrados en capas para que finalmente, una vez saturado, se reutilice el lugar para otros fines (normalmente parques naturales). El coste es fácilmente cuantificable: el precio del terreno usado más las externalidades (principalmente, malos olores a los terrenos colindantes).

Si el vertedero se ha realizado correctamente, una vez saturado el terreno, éste vuelve a ser útil y apenas quedan señales del uso que se le dio durante su época operativa. Por tanto, ni la sociedad presente ni la futura van a pagar ningún precio extra por haber escogido este método. Dicho de otra manera: nadie va a tener que recoger lo que otro ha dejado debajo de la alfombra, de la misma manera que nadie recoge los sedimentos que hay enterrados sobre un terreno a no ser que tengan algún valor.

Otra cuestión es que, según se vayan saturando las localizaciones válidas para ser utilizadas como vertedero, más costoso será utilizar nuevos emplazamientos (más lejanos y/o menos idóneos). Por lo que los costes de enterrar se elevarán aproximándose a los de reciclar y no usar, potenciando el desarrollo de nuevas técnicas de reciclado y nuevos materiales, y haciendo que disminuyan los residuos a enterrar.

Pero esto último es un proceso que de forma natural llevará décadas realizar y que será transparente para las personas que no nos dediquemos al mundo del tratamiento de residuos. Eso siempre y cuando los compañeros y cuñados de turno no voten a políticos demagogos que nos obliguen a decantarnos por la opción más cara sin que estemos preparados y provoquen, por tanto, el consiguiente empobrecimiento de la sociedad en beneficio de quienes venden soluciones aún no optimizadas.

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