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Los japoneses, una población en 'peligro de extinción' a finales de siglo

"Nos encontramos al borde de un gran precipicio". Esta advertencia proviene del primer ministro nipón. El país ha iniciado el declive poblacional.

El pasado 24 de enero el primer ministro japonés, Naoto Kan, hizo el correspondiente discurso político de la sesión 177 de la Dieta Nacional. Al día siguiente comentó en su blog (sí, en Japón el primer ministro tiene un blog) lo que él quería remarcar como pieza clave de la política nacional:

Hay un gráfico que ha sido clave a la hora de dirigir mi percepción sobre la presente crisis... Me gustaría que volvieran a mirar una vez más este gráfico sobre la población de Japón... Estamos dejando atrás un abrupto máximo demográfico y actualmente todos nosotros nos encontramos al borde de un gran precipicio.

Estamos en el punto que viene inmediatamente a continuación, donde se invierte la tendencia y comienza un profundo declive... Es la primera vez en nuestra historia que sucede algo de este tipo. ¿Cómo podemos hacer realidad un sistema de Seguridad Social sostenible, en el que la gente viva sin ansiedad? Hago un llamamiento a todo el país para discutir con prontitud la esencia de nuestras políticas futuras con seriedad.

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Para que se hagan una idea de cuál es la preocupación del Sr. Naoto Kan (por si la gráfica no les ha bastado), a continuación algunos números.

Asumiendo que la longitud en el tiempo de una generación es de 30,17 años (con los datos demográficos de 2005), el tiempo necesario para que transcurran tres generaciones es de 90,51 años. Según el censo de 2005, en Japón vivían 127.767.994 habitantes.

Si proyectamos esta población tres generaciones en el futuro (suponiendo invariantes las actuales tasas de mortandad y natalidad) descubrimos que las islas de Japón quedarán habitadas por 50.449.303 almas en el año 2096. Se trata de una reducción en la población del 60,5% en 90 años.

Para hacernos una idea de lo que supone esta merma, cuando una población de cualquier especie decrece un 50% en tres generaciones (contabilizadas según sus particulares esperanzas de vida), entonces se dice que ese animal se encuentra en peligro de extinción. Luego no exageramos al decir que la población japonesa está en peligro de extinción y, en efecto, tiene motivos el Sr. Naoto para estar preocupado porque Japón está al borde del precipicio que supondría desaparecer como nación.

De hecho, si hacemos progresar esta tendencia demográfica hasta el año 3.000, entonces Japón tendría menos de 1.000 habitantes para esa fecha. Parece evidente que esto no va a suceder, pero sirve para entender con pocos números qué se quiere decir cuando se habla de "invierno demográfico". Porque para cualquier otra especie distinta del género humano se diría simplemente "extinción", pero nuestros amigos diplomáticos de la ONU y el PNUD gustan de eufemismos que terminan confundiendo a los más incautos.

Por otro lado, y sin contar con la emigración, en el caso japonés se observa que una vez se alcanza el mínimo natural de reemplazo (2,1 hijos por familia) y se ha instalado una mentalidad anticonceptiva en el país, la población tarda una generación aproximadamente en comenzar a declinar. Y a partir de ese momento se necesitan unas 2 generaciones para reducirse a la mitad y 3 para que sólo quede 1/3.

Es decir, una vez se alcanza el mínimo natural de reemplazo, la población japonesa tardaría unas 4 generaciones (121 años) en menguar hasta 1/3 de su máximo, si no existe un saldo migratorio positivo o se producen cambios significativos en el número de hijos por mujer. Desde luego, los fríos números nos alejan mucho de las eternas preocupaciones malthusianas de algunos, porque la tendencia que se observa en el país más envejecido del mundo es justo la contraria de la que temen esos obsoletos demógrafos: reducción de la población y extinción en vez de sobrepoblación.

Hay otro hecho significativo. Una forma indirecta de detectar que se ha alcanzado el máximo de población de un país es su media de edad. Aunque es un dato impreciso por depender de múltiples factores, una buena aproximación es cuando se alcanza una media de edad general de entre 40 y 44 años. Y con elevada probabilidad, una media de 44 años indicará que la población ha entrado ya en un irreversible declive.

Bien, pues aquí tienen una lista con los países que tienen una media de edad por encima de 35. Juzguen ustedes mismos y observen todos los que están por encima de 40 años, en marrón. El resto en esta web.

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Dada su gran población es posible que sea China (y no India) quien marque el declive de la población mundial cuando su media de edad llegue a los 45 años (actualmente en 35,2). Para eso podría quedar menos de una generación debido a la agresiva política de "hijo único" impuesta por Pekín.

Finalmente, el "declive demográfico" tiene unas claras repercusiones económicas que en absoluto están contempladas en ninguna de las teorías económicas keynesianas y friedmanitas, tan gustosas de expandir las deudas y estimular las demandas directa o indirectamente mediante los tipos de interés. Es decir, la expansión de la deuda pública en Japón sólo puede incrementar el riesgo de quiebra soberana a medio plazo, como ya están observando algunas agencias de calificación. Y lo peor es que no parecen tener economistas que les orienten en otra dirección.

Consecuencias económicas del declive demográfico

Hasta no hace muchos años se partía de dos principios en economía que ahora se están descubriendo erróneos: los recursos naturales son ilimitados a efectos prácticos y la población va a crecer siempre. Sobre lo primero, el mundo avanza hacia el máximo de producción mundial de petróleo o peak oil. Sobre lo segundo, el caso de Japón demuestra que las poblaciones pueden reducirse tan rápido como se han expandido, y que se hace del todo urgente promover políticas en defensa de la natalidad para rectificar la mentalidad anticonceptiva que se ha instalado en los países desarrollados.

Por otro lado, las consecuencias demográficas sobre la economía son realmente espectaculares, tanto en la fase de ascenso como en la de descenso. Y esto se observa con meridiana claridad en el caso de Japón. Las gráficas se han puesto en vertical para poder comparar mismos periodos de tiempo en diferentes conceptos. Las variables son población, tasa de ahorro, precios inmobiliarios, bolsa, evolución de la deuda, PIB y consumo de energía.

Las conclusiones quedan abiertas para que sean ustedes quienes hagan sus comentarios. Igualmente, cabe preguntarse qué pasaría si se proyectan estos datos demográficos sobre la menos robusta economía española, teniendo en cuenta que según los datos del INE la población nacional ya lleva tres meses consecutivos de caída. Es decir, España también podría haber alcanzado ya el máximo demográfico.

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El caso europeo

En el Tercer Informe Demográfico publicado por la Comisión Europea a comienzos de mes se remarca que el mayor desafío económico al que se enfrenta Europa es la baja tasa de natalidad y el envejecimiento de la población.

Aunque el número de hijos por mujer ha aumentado de 1,45 a 1,6 gracias sobre todo a la emigración, la cifra no es suficiente para conseguir el nivel de 2,1 niños necesarios para mantener una población estable. Por otro lado, también ha aumentado la esperanza de vida, incrementándose la tendencia hacia el envejecimiento demográfico.

De hecho, hay cuatro países que ya están reduciendo sus poblaciones, debido a que las personas fallecidas más las emigradas superan a los nacimientos. Estos países son: Bulgaria, Lituania, Letonia y Rumanía.

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El informe muestra también que la media de edad de las mujeres para su primer parto se ha retrasado considerablemente en las últimas tres décadas. La edad más alta en 2009 fue para Irlanda e Italia con una media de 31,2 y 31,1 años, respectivamente. Las más bajas se dieron en Bulgaria y Rumanía, con 26,6 y 26,9 años, respectivamente. En 13 de los 27 países de la UE las mujeres tienen su primer hijo más tarde de los 30 años.

El informe destaca que aun subiendo la media de fertilidad hasta los 1,7 será necesaria una gran afluencia de emigrantes para evitar que la población se reduzca a largo plazo, pues no parece probable que se consiga alcanzar el nivel de reemplazo natural de 2,1 hijos por familia.

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De hecho, la tendencia demográfica que se observa es que sin emigración la UE comenzaría a perder población a partir de 2012, pero con la incorporación de los emigrantes podría retrasarse el comienzo del declive hasta 2035. En efecto, en los 27 estados que conforman la UE nacen 5 millones de niños cada año, superando a las defunciones tan sólo en unos pocos cientos de miles de personas. Por lo tanto, es gracias a los 2 millones de emigrantes que llegan cada año que está creciendo la población en la UE. En esta gráfica se contemplan los tres posibles escenarios demográficos futuros.

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Otro aspecto significativo es la población en edad laboral (comprendida entre los 20 y 64 años), que a partir de 2014 comenzará a disminuir rápidamente según vayan jubilándose los baby-boomers del periodo posterior a la II Guerra Mundial. Un hecho semejante al que se observa en Japón, donde la población activa comienza a declinar unos 20 años antes que la población total.

La media de edad de la UE-27 es de 40,9 años y se prevé que llegue hasta los 47,9 para el 2060. Las previsiones sobre la franja de población mayor de 65 años indican que pasarán del 17,4% en 2010 hasta el 30% en 2060, estabilizándose algo por encima de este porcentaje mientras disminuye progresivamente la demografía.

Como las poblaciones activas se irán reduciendo paulatinamente, las cargas sociales van a ser bastante onerosas para quienes se encuentren en edad de trabajar. La UE tiene actualmente tres personas en edad laboral por cada dos dependientes (se entiende por población dependiente los menores de 19 años y mayores de 65), pero para el 2060 se prevé que será casi una persona en edad laboral por cada dependiente.

Más información sobre Japón en estos cuatro artículos: Implosión demográfica y económica en Japón: un modelo válido para España, Cuando Japón colapse, La inescrutable deuda japonesa y El ser humano como último recurso no renovable.

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