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Emilio J. González

Parálisis gubernamental

Cuánto habríamos ganado si ZP hubiera optado por anunciar su salida el año pasado y, mejor aún, por haber adelantado las elecciones.

Ni siquiera cuando se marcha Zapatero es capaz de hacer bien las cosas. El esperado anuncio de que no se presentará a la reelección que acaba de realizar ZP abre nuevas incógnitas acerca del curso que tomará la política económica en los próximos meses porque, en contra de lo que viene diciendo el Gobierno, no sólo no todo está resuelto, sino que, en breve, los mercados pueden volver a castigar a España, lo cual exigirá nuevas y dolorosas medidas de ajuste. La cuestión estriba en si las pactará con su sucesor como cabeza de cartel de los socialistas y en si éste estará dispuesto a respaldarlas o no.

El problema al que se va a enfrentar este país en las próximas semanas, en cuanto se publiquen los datos de recaudación fiscal del primer trimestre del año, es que las cifras muy probablemente van a reflejar una evolución de los ingresos tributarios muy por debajo de lo previsto por el Gobierno. No hay más que ver los datos de matriculaciones de vehículos o de empleo y paro para entender que las cosas no marchan como quería el Ejecutivo. Por ello, cuando esos datos salgan a la luz, los mercados probablemente van a volver a ponerse nerviosos, ya que el ajuste presupuestario que había anunciado Zapatero para este año no se va a ver por ninguna parte. El Gobierno, entonces, va a encontrarse en una difícil encrucijada: si no hace nada, la prima de riesgo va a volver a dispararse y más aún si, al final, y tal y como prevén los analistas, la Unión Europea acaba por intervenir Portugal; si, por el contrario, anuncia nuevas medidas de recorte del gasto, que serán dolorosas y afectarán a los intereses políticos, y puede que electorales, de muchos líderes socialistas, surgirá la duda de si éstas serán apoyadas por su sucesor y por quienes le respalden.

Lo lógico sería que, ante la evidente necesidad de ir en el ajuste presupuestario más allá de lo que se está haciendo, Zapatero pactase el contenido del mismo con su sucesor. Sin embargo, y conociéndole como ya le conocemos, tampoco sería de extrañar que optara por volver a hacer lo que le pida el cuerpo y presentar a todos, socialista y oposición, un nuevo trágala por haberle forzado a marcharse, volviendo a tensar nuevamente la situación hasta el máximo. Pero, por aquello de ser generosos, supongámosle un mínimo de seriedad y racionalidad y que opte por pactar las medidas con el próximo candidato socialista. Entonces, ¿aceptará éste la dureza del ajuste que se avecina sabiendo que, a raíz de ello, las malas perspectivas electorales que tienen los socialistas se pueden deteriorar aún más si cabe? Porque lo que haga ZP a partir de ahora va a hipotecar el futuro de su sucesor y no queda bastante tiempo hasta las generales de marzo para que éste pueda empezar a rentabilizar electoralmente las difíciles decisiones que se avecinan.

En este contexto, lo lógico sería anticipar las elecciones al próximo otoño, pero como a Zapatero le gusta el poder más que a un niño un caramelo, cabe pensar que querrá apurar al máximo los días que aún le quedan en Moncloa para seguir haciendo de las suyas. Con lo cual lo más probable es que nos espere un futuro de parálisis gubernamental cuando, entre la recaudación fiscal, los presupuestos y los tipos de interés, las cosas van a volver a ponerse bastante mal para la economía española. Cuánto habríamos ganado si ZP hubiera optado por anunciar su salida el año pasado y, mejor aún, por haber adelantado las elecciones.

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