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Jaime de Piniés

Portugal en la encrucijada

Si los salarios y el déficit se hubieran controlado en los últimos 10 años evitando un crecimiento explosivo en ambos, a día de hoy Portugal ni tendría un desfase competitivo del 24% en relación a Alemania, ni hubiera excedido los criterios de Maastricht.

Tras tres ajustes económicos, Portugal parece abocado al rescate financiero y a la imposición de un estricto programa de estabilización del FMI. No son palabras menores, una estabilización impuesta no tiene parangón. Sin embargo, no tiene por qué ser así. A continuación presento tres escenarios alternativos que podrían resolver dicha situación, o bien, que lo hubieran resuelto.

En primer lugar, y mirando hacia el pasado, los mismos portugueses podrían haberse evitado el derrumbamiento de haber seguido políticas económicas más competitivas. Si los salarios y el déficit público se hubieran controlado en los últimos diez años evitando un crecimiento explosivo en ambos, a día de hoy Portugal ni tendría un desfase competitivo del 24% en relación a Alemania, ni hubiera excedido los criterios de Maastricht: nivel de endeudamiento público del 84% en relación al PIB (con el 60% en manos extranjeras) y déficit público del 7% (cuestionado por Bruselas).

En segundo lugar, y partiendo de la realidad de hoy, los portugueses todavía se podrían librar del doloroso trance que les espera si la Unión Europea Monetaria y, en particular Alemania, optasen por reforzar el mecanismo de rescate existente. No se trata de descafeinar los ajustes necesarios de nuestro vecino luso que en cualquier caso tendrán que hacerse. Pero si fuera posible obtener una financiación a menor tipo de interés mediante el Fondo Europeo de Estabilidad Financiera, dejando claro que ni suspende pagos ni tiene que aplicar un programa del FMI para salir adelante, salvaría la crítica situación actual. Algunas voces dirán que es culpa del "establishment" portugués por no haber apoyado el cuarto plan de ajuste de Sócrates. Seamos críticos y lógicos. Un Gobierno que ha sido capaz de llevar las cuentas al punto extremo en que hoy día se encuentran difícilmente puede ser parte de la solución. ¿O es que, por el contrario, estamos hablando de que llevar a cabo los ajustes necesarios supone "quemar", políticamente hablando, a los ejecutores y en ese caso mejor que sean los que lo han desbordado que bastante achicharrados están? Bueno sería recordar que una situación como la que se está viviendo necesita de los mejores gestores con los que pueda contar un país para sacarle adelante porque la economía afecta a la vida, a los bolsillos y, sobre todo, al futuro de cada uno de los ciudadanos, mientras que los políticos están para cambiarles cada cuatro años.

En tercer lugar, y como tuve ocasión de plantear el pasado mes de enero (véase, ¿Y si la solución fuera un órdago Ibérico?), existe un tercer camino. Por nuestro propio interés, con 80.000 millones de euros en juego en el país luso, sería mucho mejor que Españase planteara avalar al 100% la deuda pública portuguesa de 44.000 millones de euros. Representa sólo el 7% de la deuda pública española, comparable con la deuda pública de nuestras entidades locales y aproximadamente una tercera parte de las comunidades autónomas. De ser así, Portugal se rescataría sin el trauma de un programa del FMI. A cambio, se le exigiría que siga con las políticas de ajuste cuando llegue el nuevo gobierno luso y como segunda contrapartida que elimine todas las barreras comerciales y financieras entre los dos países ibéricos. ¿Supondría este apoyo solidario a nuestro vecino portugués acercarnos al abismo financiero? Como tuve ocasión de comentar en enero, creo que no, por el aumento del tamaño de mercado que la unión fiscal entre los dos países implica; además, se evitaría el derrumbamiento de la economía lusa.

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