El "dilema de la cena" es un supuesto en el que un grupo de personas pactan dividir la cuenta a partes iguales antes de cenar en un restaurante. Es una variante más cotidiana del famoso dilema del prisionero, lección primera de teoría de juegos. La conclusión es que la cena tiende a ser más cara cuantas más personas participen. En primer lugar porque algunos comensales comienzan a pedir platos más caros en vista de que sólo tendrán que pagar una fracción de su coste. Y segundo porque después de que algunos empiecen a pedir platos más caros, los demás tienden a imitarles por la sensación de estar quedándose atrás.
Los economistas israelíes Uri Gneezy, Ernan Haruvy y Hadas Yafe publicaron en la revista Economic Journal el estudio The Inefficiency of Splitting the Bill (La ineficiencia de dividir la cuenta), en el que estudiaban varios casos del dilema de la cena. No sólo se puso de manifiesto que cuando se divide la cuenta la cena sale más cara que si cada uno paga lo suyo. Además se comprueba que según va aumentando el número de comensales, el coste marginal de cada plato extra va tendiendo a cero, y el coste se dispara. En el caso en el que el número de comensales es muy alto, el efecto es similar al de un buffet libre, a una de esas ofertas de "coma todo lo que pueda comer", pero en el que al final llega una cuenta enormemente abultada. Imaginemos que un país entero participara en un experimento similar. Se nos hace evidente que la ineficiencia sería extrema, y la cuenta final insostenible. Lo curioso del caso es que es así como funciona el Estado del Bienestar en Occidente.
La mayoría de los países europeos y norteamericanos han terminado creando un Estado gigante e ineficiente; una mole antieconómica que controla directamente el 50% del PIB, y regula de forma invasiva la otra mitad. Los actuales Estados del Bienestar favorecen las exigencias cortoplacistas de los grupos de presión, que piden más subvenciones, más servicios y más regulación esperando sacar tajada, pese a que la ineficiente cuenta la tienen que pagar todos los demás. Este lastre amenaza con provocar un prolongado estancamiento económico a menos que se reforme el actual concepto de Estado que tenemos en Occidente.
Antes o después terminaremos pasando a un Estado que no preste servicios a todos los ciudadanos, sino sólo a los que no puedan valerse por sus propios medios. Es insostenible un sistema público de pensiones, de educación o de sanidad que pretenda asistir igual al más rico y al más pobre. Tal vez tendamos al tipo de Estados que comienzan a implantarse en lugares como Singapur o Hong Kong, que en lugar de tener un peso del 50% del PIB lo tienen menor del 20%. Y es que fue precisamente Lee Kuan Yew, ex primer ministro de Singapur y considerado el arquitecto del que será el Estado del futuro, quien afirmó que "el gran error de Occidente ha sido establecer un Estado del Bienestar del tipo ‘coma todo lo que pueda comer’: porque todo en un buffet libre es consumido con voracidad".