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Juan Ramón Rallo

Saludables tragedias para la economía

Nada mejorará la fortaleza económica de Japón tras el terremoto. Pero semejante conclusión de puro sentido común se da de patadas con el sinsentido particular del jefe de filas de los keynesianos.

Me preguntaban ayer en una entrevista de un programa de televisión cuáles creía que serían los efectos del devastador terremoto sobre la economía japonesa y mundial. Mi primera respuesta, tal vez por obvia, pudo resultar decepcionante: "Lo primero que debemos dejar sentado es que el terremoto no es beneficioso para la economía. Crecemos cuando acumulamos riqueza, pero aquí hemos asistido a una masiva destrucción de riqueza. Destrucción es lo contrario a creación de riqueza".

¿Para esto hacen falta los economistas? Qué tontería y qué pérdida de tiempo más grande. Pues tal vez no. Los carroñeros keynesianos siempre están al acecho de cualquier tragedia humana para saciar su incontenible sed de gasto. Ya sucedió con el tsunami del Índico o con el huracán Katrina, cuando sendos lumbreras de la economía, jefes de análisis de la agencia de calificación Fitch y del extinto banco estadounidense Wachovia, declararon que "el tsunami es una oportunidad de crecimiento para Sri Lanka" y que "generalmente es bueno para la economía cuando tienes que reconstruir a gran escala".

Ahora, el disparate se repite. Larry Summers, antiguo rector de Harvard y, lo que es más preocupante, ex secretario del Tesoro de Clinton y ex presidente del Consejo de Asesores de Obama, no ha tardado demasiado en frivolizar acerca de la tragedia del seísmo japonés y declarar que "irónicamente, el terremoto puede dar lugar a incrementos temporales del PIB gracias al proceso de reconstrucción. Tras el terremoto Kobe, Japón incrementó su fortaleza económica".

Lo peor de todo es que, habida cuenta de la pobreza de nuestros indicadores macroeconómicos, Summers podría llegar a tener razón desde un punto de vista meramente estadístico. Dado que el PIB mide la producción anual y no el volumen acumulado de riqueza, podría suceder que mientras que el capital de la nación se desploma, la renta anual aumente a corto plazo. Eso sí, cuesta ver qué hay de beneficioso en que durante un tiempo tengamos que volver a producir aquello que ya teníamos antes y que ha sido destruido por una catástrofe natural. Si nuestro patrimonio es 100 y se desploma súbitamente a 40, podremos reconstruirlo produciendo 60, mas obviamente en nada habremos mejorado con respecto al inicio cuando éste vuelva a ser 100. Estaremos como antes de la catástrofe, pero habremos perdido tiempo y recursos en el proceso de reconstrucción.

Nada, pues, mejorará la fortaleza económica de Japón tras el terremoto. Pero semejante conclusión de puro sentido común se da de patadas con el sinsentido particular del jefe de filas de los keynesianos y con su irracional obsesión de que las economías se paralizan cuando la gente no gasta. Vean, si no, con qué elegancia se expresaba Keynes en su Teoría General: "La construcción de pirámides, los terremotos y hasta las guerras pueden servir para aumentar nuestra riqueza si es que la educación de nuestros gobernantes en los principios de la economía clásica les impiden considerar mejores alternativas". No, no era una exageración, sino una declaración de principios. Con estos mimbres teóricos, ¿qué esperaban que dijeran sus discípulos intelectuales?

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