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José García Domínguez

¿Huelga o golpe de Estado?

Con semejante tropa en nómina, uno empieza a comprender cómo Aena, la mayor firma del mundo por número de pasajeros, logra perder doscientos millones de euros cada ejercicio.

Como es sabido, en estos parajes la voz diálogo significa que la autoridad, sobre todo cuanto más legítima sea, está obligada a obedecer sin rechistar los designios de cualquier minoría que se le enfrente, sobre todo cuanto más violento y gangsteril resulte el modus operandi de ésta. Así las cosas, los sindicatos de Aena, los mismos que en su día procedieron a la invasión criminal de las pistas de aterrizaje en El Prat, han decidido saltar varios escalones y okupar ahora la sala del Consejo de Ministros. Para dialogar, dicen. Pues mora ahí cierto sindicalismo castizo, el de camisa abierta, alma rifeña y carajillo de anís, presto no solo a establecer quién puede ser o dejar de ser accionista de las empresas, sino a dictarle la política industrial al Ministerio de Fomento.

Un sindicalismo ante el que se equivocaron, y mucho, los controladores aéreos si en algún instante llegaron a pensar que a energúmenos y antipatriotas no les podría ganar nadie. Por algo, resueltos a causar el mayor daño posible a España en general y a la clase obrera en particular, ya nos auguran veintidós colapsos aeroportuarios en jornadas de desplazamientos masivos de la población trabajadora. Con semejante tropa en nómina, uno empieza a comprender cómo Aena, la mayor firma del mundo por número de pasajeros, logra perder doscientos millones de euros cada ejercicio. Proeza en verdad insólita y sangría financiera que la hubiese abocado a la quiebra cierta si se tratara de cualquier sociedad privada.

Tan privada como Ferrovial, esa compañía doméstica que, sin embargo, se las arregla a fin de ganar dinero administrando los aeropuertos de... Inglaterra. Se vuelve a confirmar, por lo demás, que nada hay que no sea definitivamente empeorable. Y es que si el motín de los controladores constituyó un genuino pulso al Estado, la asonada con que amenazan sus compinches de tierra representaría un desafío al propio sistema democrático. Porque mientras una reforma constitucional no establezca que la soberanía nacional pasa a residir en los compañeros de Comisiones y UGT, el Gobierno electo sigue siendo el único poder habilitado para fijar si se privatiza el 49 por ciento de Aena. O no. Aclárense de una vez Toxo y Méndez, ¿quieren convocar una huelga o un golpe de Estado?

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