El secretario de estado de Economía, el señor Campa, ha imputado a los sufridos españoles la responsabilidad del decrépito, diríase cuasiagonizante, estado de la economía española. Este sujeto, con aspecto de bien comido y de no haber pasado necesidad en su vida, ha depuesto una teoría curiosa: el PIB cae porque los españoles no consumen sino que ahorran. Lo ha dicho impasible, flemático, cual si defendiese que el sol sale por el Este, y se ha quedado tan descansado. De verdad que estos chicos no dejan de sorprenderme.
El caballero no se ha enterado que una quinta parte de las familias españolas no es que no ahorren, es que no se lo pueden ni plantear, porque bastante ocupados están en pagar la luz y la gasolina al precio a las que las ha puesto el Gobierno del señor Campa. No se ha enterado que cinco millones de españoles se pasan al sol los lunes, los martes y los días que hagan falta sin ninguna esperanza de encontrar un empleo. No se ha enterado de que mientras un millón de familias tienen a todos sus miembros en el paro, el gobierno anda zascandileando con la prohibición de fumar, o la limitación de la velocidad en las autovías; en las autopistas de peaje casi da lo mismo porque sus usuarios se han convertido en una anécdota.
Las pocas familias que aún mantienen un nivel de ingresos aceptable, amén de dar gracias a Dios diariamente, no son las responsables de la disminución del consumo. Este Gobierno de Rubalcabas y Pajines no es capaz de generar un ápice de confianza ni en el consumidor ni en el inversor, de ahí la caída del gasto de las familias. Unas no gastan porque no pueden y otras porque no se atreven, y esto sucede, entre otras cosas, porque cada vez que aparece un personaje como Campa en la televisión, a uno le dan ganas de empeñarla por si acaso. La falta de confianza y la certeza de un futuro aún peor, son factores determinantes del retraimiento del consumo, ¿cómo va a gastar una persona sensata si no sabe si mañana estará en el paro? Una verdadera medida de ahorro que sí incentivaría el consumo sería cesar al señor Campa y amortizar su cargo, y el de la ministra, y el de los directores generales y el de los asesores, de esta guisa, a lo mejor, conseguiríamos recuperar un poco la confianza y que los ciudadanos no tuviesen la necesidad de ahorrar ante la inminente debacle. Esto sí que sería un verdadero Camphorro.