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Ignacio Moncada

Ahorrad o seréis multados

Tiene su gracia que uno de los Gobiernos más derrochadores que han pasado jamás por Europa se dedique a decirles a los españoles cómo y cuándo tienen que ahorrar en gasolina.

Pepiño Blanco es, tal vez, quien mejor representa la pobreza intelectual de la clase política española. Es el paradigma de este sistema partidista que premia la incompetencia y la ignorancia; esta idiocracia en la que los mediocres mandan y los pocos que brillan son considerados sospechosos. El caso es que tan deslumbrante ministro afirmó con total convicción: "Veréis cómo el PP dice que la consecuencia de que no haya abastecimiento de petróleo es de Zapatero". De primeras podría parecer que poner en duda el abastecimiento de petróleo es un intento de alarmar a la población para poder colar algunas medidas intervencionistas. Pero no debe descartarse, dada la trayectoria del sujeto, que sea simple ignorancia.

En todo caso, el Gobierno ha aprovechado las revueltas norteafricanas, en las que el pueblo se resiste a vivir bajo la bota de un sanguinario dictador, para improvisar un paquete de medidas intervencionistas. Tal vez se les haya pasado ya el orgasmo prohibicionista que les produjo la ley antitabaco, y haya encontrado la excusa perfecta para quitarse el mono. Rubalcaba admitió que, mientras iba en el coche oficial hacia el Consejo de Ministros, improvisó reducir hasta 110 km/h la velocidad máxima en autopistas y autovías. Es que hay que ahorrar petróleo, argumentó. Tiene su gracia que uno de los Gobiernos más derrochadores que han pasado jamás por Europa, que ha estado a punto de provocar una crisis de deuda a nivel continental por su incapacidad para gestionar las cuentas, se dedique a decirles a los españoles cómo y cuándo tienen que ahorrar en gasolina.

El subconsciente marxista de Rubalcaba le ha traicionado, tratando de inventar una solución similar a un plan quinquenal ante un problema que sólo el mercado puede resolver con eficiencia. Cuando se estima que puede bajar la oferta de un producto como el petróleo, el mercado reacciona subiendo su precio. De esa manera, los que valoren más ahorrar que correr, tenderán a reducir su consumo; y los que valoren más llegar antes a los sitios que pagar un poco más, no lo harán. Todos quedarán satisfechos con su decisión, pues la habrán tomado libremente. Sin embargo, lo primero que se le ha ocurrido al Gobierno es restringir su consumo a punta de pistola, el equivalente a una cartilla de racionamiento de gasolina. "Podéis consumir, pero no mucho", parecen decir paternalmente. Aunque luego queda plasmado en un: "Ahorrad, o seréis multados".

El Gobierno, en este delirante proceso prohibicionista, se ha pegado un tiro en el pie. No por tan ridícula puesta en escena, admitiendo que ha sido una medida improvisada y arbitraria. Tampoco por el patinazo de Pepiño, que tiene su encanto. Los españoles pueden tolerar casi todo, desde una mala gestión de las cuentas públicas al paro desbocado. Pero que se metan en el coche de uno, con eso sí que no se juega.

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