Tantos años de crisis pillan hasta al más previsor. El cauto, como la hormiga de la fábula, trabaja duro, atesora y ahorra para el invierno. ¿Pero qué ocurre si la hormiga falla en sus cálculos y el invierno, en lugar de durar una estación, se prolonga tres años? Ya seamos hormigas o cigarras, es lo que nos está pasando en España.
Según un informe del BBVA, nuestra renta disponible (el dinero que nos queda para consumir y ahorrar) descenderá este año un 1,7%. Súmele el casi 6% del año anterior. El problema radica en que al ciudadano se le está acabando lo que ahorró en los buenos años y no tiene un flujo de entrada de dinero lo suficientemente amplio como para crear excedentes dinerarios significativos.
Otros dos factores corren en nuestra contra. La inflación empieza a subir de forma acusada. Las perspectivas no son buenas a medio plazo. El Euribor se está disparando y los swaps sobre los tipos de interés a todos los plazos muestran que en un año el Euribor podría llegar incluso a doblarse. Nuestra renta disponible baja, la inflación sube y aumenta el coste de adquirir nueva financiación o de renovar la que ya tenemos.
A esta degradación generalizada de nuestra economía no han ayudado nada los gobernantes. No solo los del Gobierno central, sino tampoco las administraciones locales. Independientemente de las pueriles mentes socialistas que aún creen en el mito del buen gobernante, el Estado se comporta como cualquier otra persona u organización. Intenta sobrevivir a toda costa. Es lo natural. El peligro reside en que el Gobierno tiene el monopolio de la fuerza y aplica su violencia contra la gente cuando más le conviene sin atender a las circunstancias del ciudadano. Las mentiras y fraudes también le salen gratis. ¿Cómo pudo Montilla mentir sobre las cuentas de la Generalitat como lo ha hecho y aún estar campando por el mundo? Si hubiese sido el CEO de una empresa ya estaría en prisión con todo su equipo.
Con la licencia para el robo, el embuste y la extorsión de la que disfrutan los gobernantes, nos han subido todos los impuestos que han podido estos años. Muchas administraciones locales tienen serios problemas de dinero al igual que el Gobierno central. Teniendo esta foto y vislumbrando el adverso futuro, ¿qué cree que harán los políticos? Lo acertó: subir más impuestos y reducir privilegios sociales. Pagamos más, obtenemos menos. La principal culpa es del ciudadano por haber cedido su libertad al monopolio de la fuerza. Los políticos, más que nunca, son el principal enemigo de la sociedad civil.
Aunque nos culpemos por no haber previsto una situación como la actual y no haber ahorrado, gastado con prudencia o realizado inversiones serias a largo plazo, ¿qué derecho tiene el Gobierno a hundirnos más? En el cuento de la hormiga y la cigarra, la última pagaba su irresponsabilidad. Hoy día, el cuento cambia si personificamos a los políticos en el cuerpo de la cigarra. En momentos de expansión económica no ahorró nada y siguió saqueando nuestro dinero. El cuento se vuelve más espeluznante cuando llega el largo invierno económico. No se queda en un rincón y se muere de hambre, no. Viene a nuestra despensa, nos pone una pistola en el pecho para multarnos, nos saca más de nuestra producción, nos retira los privilegios y sigue viviendo como en la época de felicidad.
Me temo que no es la situación económica la que tenemos que arreglar, sino nuestra mortal relación con el Gobierno y sus políticos. Los burócratas están creando más pobres que nunca. La llamada clase media no se había encontrado jamás en este estado de excepción. Nuestro trabajo es luchar por nuestro nivel de vida, pero no lo conseguiremos agachando la cabeza como siempre y siendo complacientes con el Poder.