Moisés Naím asegura en El País que "Davos es el gran templo del capitalismo y la globalización". Añade que hay voces críticas con el capitalismo, pero aclara: "Es obvio que un cónclave al que asisten más de 1.000 importantes empresarios va a tener un fuerte sesgo a favor del mercado y el libre comercio".
¿Templo? ¿Obvio? Ni Davos ha sido nunca un templo del capitalismo ni sus invitados han tenido un sesgo particularmente fuerte a favor de la libertad.
El Foro de Davos está lejos de ser liberal y representa más bien el pensamiento único intervencionista, marcado por el habitual complejo de los empresarios que, absorbiendo el mensaje de los enemigos de la libertad, tienden a creer que el mercado es eficiente, pero que la violación del derecho de propiedad es lo justo. Eso explica que las más importantes fundaciones empresariales españolas suelan jalear (y pagar) a un abanico de intervencionistas. No lo pudo decir más claro Klaus Schwab, fundador y presidente del Foro de Davos, el 4 de febrero en Time: "El sector privado puede generar prosperidad, pero casi nunca produce igualdad o justicia". Si esto es capitalismo y liberalismo, apaga y vámonos.
Con perdón, el párrafo anterior es del artículo Ni por el Foro, que publiqué en Expansión el 11 de febrero de 2002, y está incluido en el primer volumen de Panfletos Liberales, Madrid LID, 2005.
Podrá alegar don Moisés, con razón, que no soy autoridad alguna para afirmar que los empresarios no son particularmente liberales. Tiene razón. Citemos por tanto a una autoridad: "Es raro que se reúnan personas del mismo negocio, aunque sea para divertirse y distraerse, y que la conversación no termine en una conspiración contra el público o en alguna estratagema para subir los precios": Adam Smith, La riqueza de las naciones, Alianza Editorial, 2007, pág. 191.