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Emilio J. González

El silencio sepulcral de los sindicatos

Lo único que les preocupa a las centrales sindicales es la cuestión de los dineros y no la defensa de los derechos de los trabajadores, que debería ser lo primero para ellas.

¿Por qué se callan los sindicatos ante el escándalo del fondo de reptiles de Andalucía? En cualquier país mínimamente serio y, sobre todo, con un problema con el sistema de pensiones como el nuestro, los autodenominados representantes de los trabajadores ya habrían montado un verdadero escándalo por lo que, a todas luces, constituye una estafa articulada con premeditación y alevosía al sistema de protección social. Sin embargo, en todo este asunto a UGT y CCOO obreras ni se les oye, de la misma forma que guardan silencio ante otros escándalos que se están produciendo en Andalucía, por ejemplo, la conversión por decreto de los contratados laborales en funcionarios, o van a remolque, pero con desgana, de las iniciativas que otros sindicatos, mucho más conscientes de los derechos de aquellos a quienes representan, están tomando. ¿A qué están jugando, pues, las agrupaciones lideradas por Méndez y Toxo? Mucho me temo que la respuesta tenga que ver con razones ideológicas pero, especialmente, con intereses pecuniarios.

A nuestros sindicatos oficiales les cuesta criticar a los gobiernos de izquierda por una simple cuestión de simpatía y afinidad ideológica. Hagan lo que hagan, UGT y CCOO guardan silencio porque, en última instancia, no dejan de ser brazos sociales de los partidos políticos que están detrás de ellos. Si hubiera sido el PP quien hubiera protagonizado el escándalo del fondo de reptiles, a esta alturas ya habrían puesto el grito en el cielo, habrían convocado huelgas y manifestaciones y no pararían hasta cobrarse las cabezas, todas, de los responsables de semejante estafa a los trabajadores de este país. Sin embargo, como en la Junta de Andalucía mandan los socialistas, el silencio de las centrales sindicales es sepulcral. Por lo visto, para ellos, todo lo que pueda hacer un político de izquierdas, por malo que sea, es disculpable mientras que cuando gobierna un político de derechas cualquier cosa vale con tal de echarse a la calle para tratar de desgastarle y hacerle caer. Así se explica las que le han montado a Esperanza Aguirre en Madrid, en la sanidad o el metro, por ejemplo, o la que han liado contra el Gobierno regional de Murcia. En Andalucía, sin embargo, prefieren mirar hacia otro lado, tal vez porque son conscientes de que, por primera vez desde que se celebraron elecciones autonómicas allí, el PSOE puede perder el poder en el más tradicional de sus feudos y en donde, a base de utilizar los recursos públicos para comprar votos y generar estómagos agradecidos, ha conseguido mantenerse ininterrumpidamente en el Gobierno durante más de treinta años.

Si los del PP consiguen desalojar a los socialistas de la Junta de Andalucía, los sindicatos, desde luego, van a notarlo porque podría cerrárseles una de las fuentes más importantes de obtención de recursos y porque, a fin de cuentas, Andalucía representa un granero de votos muy importante para los socialistas que, si no los controlan, pueden tener muchos problemas en unas elecciones generales. Y UGT y CCOO, que sueñan con la consolidación a perpetuidad de la izquierda en el poder en nuestro país, no quieren que eso ocurra. Si a ello se une que, en toda esta trama, también hay algunas personas procedentes de los sindicatos, como el ex UGT José Aureliano Recio, el socio de Carlos Solchaga en el despacho Solchaga, Recio y Asociados, que intermedió para conseguir esas ayudas con las que se han pagado jubilaciones ilegales, la primera parte de la respuesta está completa.

Nuestros sindicatos oficiales, además, están ahora ‘distraídos’ con otras cosas que afectan directamente a sus intereses pecuniarios y, por lo visto, eso no les deja tiempo para atender convenientemente a aquello a lo que, en teoría, deberían dedicarse. Pero en lugar de echarse a la calle a pedir todas las cabezas que haya que cortar en el feo asunto del fondo de reptiles de Andalucía, están más preocupados con otras cuestiones como, por ejemplo, los dineros que se van a llevar de los cursos que los parados van a tener que seguir por imperativo del Gobierno, o de llevar a los tribunales la privatización de las cajas de ahorros –la única forma de salvarlas, dado que en las arcas de Hacienda no hay un euro para poner en ellas– con el fin de evitar perder los puestos con que cuentan en los distintos consejos de administración y asambleas generales de estas entidades crediticias. Algo que para ellos es muy importante porque hay muchos sindicalistas que viven, y muy bien, de estas cosas y porque su presencia en los órganos de gobierno de las cajas les ha garantizado hasta ahora financiación ‘sin problemas’.

Vamos, que lo único que les preocupa a las centrales sindicales es la cuestión de los dineros y no la defensa de los derechos de los trabajadores, que debería ser lo primero para ellas. Y digo yo, ¿para qué diantres quieren tantos recursos? ¿Qué hacen con ellos? Porque, que yo sepa, no tienen cajas de resistencia para pagar a los huelguistas en caso de paro laboral, al menos a los que no son representantes del sindicato en los comités de empresa. ¿Por qué, entonces, se preocupan tanto por conseguir más y más dinero? Así no es de extrañar que guarden el silencio más absoluto ante los escándalos y desmanes de quienes les llenan los bolsillos con tanta generosidad.

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