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Manuel Llamas

Quitas mediante eurobonos

Los países quiebran, nace el super-estado europeo y el euro, finalmente, sobrevive (cuestión aparte es en qué condiciones)... ¿La cuadratura del círculo? Quién sabe.

El tema clave que subyace realmente en el proceso de quiebras y rescates, o más bien de rescates para evitar quiebras, es la supervivencia o no del euro y, por tanto, la ruptura de la Unión Monetaria vigente, con todo lo que ello implicaría a nivel social, económico y, por supuesto, político. Si algo está demostrando la actual crisis a los residentes de los países ricos es que el Estado también quiebra. Éste no es, en absoluto, un fenómeno propio y característico de las economías pobres o en vías de desarrollo.

Los gobiernos (entiéndanse políticos) son los peores pagadores del mundo. La historia demuestra que este tipo de suspensiones de pagos son muy habituales –España, curiosamente, ostenta el récord–, aunque hay que distinguir entre la quiebra pura y dura (quitas y retraso en el pago de los bonos) y la quiebra soberana solapada vía devaluación monetaria o inflación. Son dos caras de la misma moneda. Experiencias pasadas demuestran que los países que gozan de autonomía monetaria optan, normalmente, por devaluar su moneda nacional para pagar mucho menos de lo que realmente deben a sus acreedores, mientras que aquéllos que no disfrutan de tal soberanía en la impresión de billetes (Estados de la zona euro, por ejemplo) o que acumulan una fuerte deuda externa en moneda extranjera (como era el caso de Islandia) terminan suspendiendo pagos (reestructuración de deuda).

La probabilidad de que un determinado gobierno asuma su responsabilidad y haga todo lo necesario (reformas profundas y austeridad) para devolver en cuantía y plazo sus deudas es, simplemente, mínima a la luz de las lecciones históricas. Los grandes inversores conocen a la perfección los grandes riesgos que implica invertir en deuda pública y, por ello, en caso de que un determinado país afronte duras crisis económicas y financieras se refugian, como es lógico, de dos formas: o bien rechazan (no compran) las nuevas emisiones o bien se arriesgan pero, eso sí, exigiendo a cambio una rentabilidad (tipos de interés) muy superior.

El particular dilema que vive hoy la UE se resume en la siguiente pregunta: ¿sobrevivirá o no el euro? La cuestión es que a ningún país miembro le interesa lo más mínimo la ruptura de la Unión Monetaria pero, al mismo tiempo, Alemania, el gran sostén de la moneda única, tampoco parece dispuesto a soportar la pesada carga que supondría rescatar a todos los países díscolos, tales como Grecia, Irlanda, Portugal, España, Italia, Bélgica... Esto se ha hecho más que evidente para los inversores tras la aprobación del plan de quiebra ordenada de países impuesto por la canciller Merkel, conocido como Club Berlín. Pero, al mismo tiempo, el mantenimiento del euro y de la Unión también interesa, y mucho, a la economía germana.

De ahí, precisamente, que esta crisis esté siendo aprovechada por los líderes europeos para tratar de concluir el gran proyecto comunitario mediante la configuración de un super-estado continental, cuyo eje básico gira en torno a la creación de un Tesoro único (eurobonos) y la armonización de las políticas económicas y fiscales. El mercado se pregunta ahora si Alemania terminará asumiendo el coste de los rescates, ya sea por vía directa (créditos) o indirecta (eurobonos), o bien aplicará quitas a los tenedores de bonos para no sufrir las consecuencias. Por supuesto, también cabría la posibilidad de que el Banco Central Europeo (BCE) monetizase deuda, al igual que está haciendo la Reserva Federal de EEUU, con el consiguiente impago de sus compromisos financieros vía devaluación. Sin embargo, hoy por hoy, se trata de una opción impensable para los alemanes, aún traumatizados por la terrible experiencia de la hiperinflación.

Por ello, el segundo escenario es, precisamente, el más plausible. "Habrá quiebras", sentencian muchos inversores. Ahora bien, ¿cómo serán éstas? ¿Puede un país quebrar y permanecer dentro de la Unión? La lógica nos dice que no, ya que de inmediato se secaría por completo la financiación internacional al estado afectado, con lo que éste optaría, muy posiblemente, por salirse voluntariamente de la moneda única y recuperar su autonomía monetaria para esquivar los efectos del colapso. Además, la ruptura de la zona euro, aunque ésta se produjera con la salida de un solo país, situaría todo el proyecto comunitario al borde mismo del abismo.

¿Qué hacer entonces? ¿Es posible quebrar dentro de la Unión? ¿Cómo? Especulemos un poco. Está claro que Alemania tiene la última palabra. Si la potencia germana quiere mantener intacta la Unión Monetaria al tiempo que aplica su plan de quiebra ordenada de países cabría una opción mixta: el intercambio de los futuros eurobonos por deuda pública nacional a cambio, eso sí, de un suculento descuento para los tenedores de bonos nacionales.

De este modo, se podrían matar dos pájaros de un tiro. Por un lado, el país en cuestión permanecería en el euro al tiempo que los acreedores sufren quitas mediante el intercambio de activos. Además, puesto que a partir de entonces la financiación del gobierno díscolo se realizaría a través de la emisión de deuda europea, Bruselas tendría todas las herramientas a su disposición para imponer de forma efectiva y directa la consiguiente tutela e intervención económica. Los países quiebran, nace el super-estado europeo y el euro, finalmente, sobrevive (cuestión aparte es en qué condiciones)... ¿La cuadratura del círculo? Quién sabe.

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