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Ignacio Moncada

¿Vamos hacia una hiperinflación?

Sólo con el rescate de países pequeños como Irlanda y Grecia, la zona euro ya se encuentra en estanflación, que combina el estancamiento económico, el desempleo y una inflación del 3%.

Escribe Emilio Campmany en Libertad Digital que parece existir un orden preestablecido por el que las economías débiles de Europa deben ir siendo rescatadas. Tras pasar por el doctor Grecia e Irlanda, en la sala de espera aguardan su turno los países de la periferia europea, encabezados, en este orden, por Portugal y España. La deuda publica española, como informa Manuel Llamas en Libertad Digital, cotizan a nivel de bono basura (BB-) junto con Dubai, Hungría e Irak. Además hemos entrado en el bochornoso 'top ten' de países con mayor probabilidad de quiebra, compartiendo lista con Grecia, Venezuela, Irlanda, Portugal, Argentina, Ucrania y los tres antes mencionados. Pese a esto, el Gobierno español se limita a bordear el precipicio, anunciando edulcoradas reformas estructurales cuando el mercado aprieta, pero desdiciéndose cuando la presión parece relajarse un poco.

Mucha gente defiende que la solución a esta desastrosa gestión por parte de los Estados europeos pasa por los rescates públicos. La realidad es que eso no soluciona el problema, sino que lo repercute a los ciudadanos. El método de alivio del Banco Central Europeo, que es la impresión e inyección de papel moneda disfrazada de compra de deuda pública, fondos europeos, y otras coloridas medidas, logra quitar la presión a los gobiernos a costa de envilecer la moneda. El aumento de la masa monetaria que provoca estas inyecciones masivas de dinero genera subidas de precios, que comienzan a manifestarse poco a poco en algunos productos, y que terminan generalizándose al cabo de uno o dos años. Así, es el sufrido ciudadano el que, como siempre, acaba pagando los platos rotos de los dispendios de los políticos.

De seguir así la política monetaria europea, igualmente llevada a cabo por la Reserva Federal, el Banco de Inglaterra, y en general todas las autoridades monetarias occidentales, podemos correr el riesgo de generar un escenario de hiperinflación. Sólo con el rescate de países pequeños como Irlanda y Grecia, la zona euro ya se encuentra en estanflación, que combina el estancamiento económico, el desempleo y una inflación del 3%. Sólo pensar en que la posibilidad de tener que rescatar por los mismos medios a Portugal, España, Italia o –no se descarte– Francia, debe encender todas las alarmas que avisan del riesgo de cargarse la moneda comunitaria. De seguir así podríamos meternos en una hiperinflación en uno o dos años.

Sin embargo, hay que decir que existe una esperanza: la cordura que pueda imponer Alemania. La gran potencia europea, que aplicó medidas de austeridad durante la burbuja y está gestionando esta crisis de forma impecable, aprendió la lección cuando destruyó su moneda tras la Primera Guerra Mundial. Esa enseñanza, de la que no se han olvidado, hace que los ciudadanos germanos se pongan a temblar con sólo pensar en medidas inflacionistas. Esa actitud, entre otras cosas, hace de Alemania uno de los países más solventes del mundo. Por ese motivo debería establecerse por ley que el presidente del Banco Central Europeo sea siempre un alemán.

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