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Carlos Rodríguez Braun

Luanda cara y pobre

Si las importaciones fueran tan caras, se desarrollaría una industria local competidora de las mismas, porque los angoleños no son tontos.

Un reportaje de Francsc Relea y Emanuele Giusto en El País llevó este título: "Luanda cara y pobre". Y este titular: "Tiene crudo. Mucho. Y las petroleras, las inmobiliarias, los bancos y China la han elevado a la cúspide en la lista de ciudades más encarecidas del mundo en 2010. Pero la capital de Angola es mayoritariamente pobre. Sus calles muestran la convivencia extrema entre escasez y opulencia en África. Otro buen ejemplo de espejismo económico".

Pero si Luanda es cara, ¿cómo va a ser pobre? Si alguien es capaz de pagar precios altos, ¿cómo es posible que no se los pague a nadie?

El relato es una buena muestra de cómo el pensamiento único está orientado hacia la exposición pero no explicación de la pobreza. Se habla de un hotel con 25 plantas desde el que se ve "un bosque de grúas". Nos enteramos de que "un hotel cuesta desde 350 euros al día; alquilar un piso, 9.000 al mes". ¿Es que nadie cobra esto? ¿Por qué les llama la atención el que paga pero no el que cobra? ¿Es que piensan que un hotel que antes no existía no es riqueza? ¿Y un bosque de grúas no significa nada en términos de menos pobreza?

Que haya pobreza a la vez que riqueza no sólo no es ningún escándalo sino que ha sido la norma de la historia de la prosperidad humana: en ningún país se han enriquecido absolutamente todos los habitantes simultáneamente y en igual proporción. Las excelentes fotos de Giusto muestran un puerto con muchos yates, un paseo marítimo con edificios nuevos, grandes obras públicas, y gente sin apariencia famélica que va y viene en mercados. Hay barrios nuevos con bonitos chalés adosados. Ah, dirá usted, pero también calles sin asfaltar y mucha basura. Pues claro, porque así sucede en los proceso de desarrollo: sucedía en España hasta no hace mucho, y a nadie se le ocurría alegar que el pueblo español seguía sumido en la misma pobreza que lo afligía, digamos, en los años cuarenta del siglo pasado.

Otra característica del desarrollo es el desajuste en las infraestructuras. Dice el reportaje: "los barcos repletos de mercancías se pasan meses anclados en el puerto". Claro, la prosperidad ha ido por delante de la ampliación del puerto. Pero eso no es señal de miseria sino de imprevisión de las autoridades, a las que con acierto se atribuye una gran responsabilidad en el mantenimiento de la pobreza.

Para que no se diga que los errores los cometen sólo los periodistas, esto afirma un economista angoleño: "Apenas hay producción propia, todo es caro porque todo es importado". Primero, si hay muchas importaciones es, repito, porque hay gente que las paga, y antes no lo hacía; se pueden decir muchas cosas, pero no que eso indica una mayor pobreza en Luanda. Y segundo, si las importaciones fueran tan caras, se desarrollaría una industria local competidora de las mismas, porque los angoleños no son tontos.

No quiero decir que los datos proporcionados por el reportaje son inequívocamente buenos. Puede suceder, por ejemplo, que haya una alteración del tipo de cambio, o una expansión crediticia que dé lugar a una burbuja especulativa. Pero incluso en esos casos, el "espejismo económico" sería, de entrada, provocado por las autoridades, y en segundo lugar, tampoco indicaría un fenómeno de extensión de la pobreza.

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