Vivimos los minutos de la basura del año 2010, y muchos españoles se sienten como Mourinho en su última visita al Camp Nou. En plena goleada del Barcelona, con el cinco a cero en el marcador y una lección de fútbol sobre el césped, el único deseo del entrenador del Real Madrid era que el árbitro pitara el final. La mayoría de los españoles terminan el año de igual manera: pidiendo la hora. Echan la vista atrás y no ven más que desgracias económicas, políticas y sociales. En España sólo se salva el deporte. El país está inmerso en plena depresión, y las esperanzas se han desvanecido del imaginario colectivo al ver que hasta Zapatero ha dejado de pronosticar la recuperación. Lo único positivo que puede sacarse del año que termina es eso mismo. Que por fin termina.
El problema es que 2011 también promete disgustos. La crisis de deuda que ha provocado la política económica del Gobierno irá a peor. Los cálculos indican que en abril o mayo, España podría necesitar un rescate europeo por no poder devolver las deudas que ha contraído. En el ámbito internacional, además, el año que viene es probable que esté marcado por una grave crisis de divisas, y por la aparición de brotes inflacionarios. Pero con independencia de esas amenazas, lo que es seguro es que para los españoles será otro año de estancamiento económico y de desempleo masivo.
El panorama pinta mal, es cierto. Pero para 2011, si hacemos un enorme esfuerzo de abstracción, podríamos llegar a ver una tenue luz de esperanza en la oscuridad imperante. El catedrático de Esade, Francesc Xavier Mena, afirma que pese a que viviremos un año de estancamiento, si se llevan a cabo las reformas necesarias la economía española podría reestructurarse y sanearse, preparándose para la recuperación. No hace mucho tiempo, eran muy pocas las voces del espectro mediático que, como Libertad Digital, defendían que un aumento del gasto público y de los impuestos en plena crisis sólo serviría para agravarla. Es lo que ha sucedido. Pero después del enésimo fracaso de las tesis keynesianas, y aunque sea porque no queda otra, los Gobiernos tendrán que asumir que la única forma de salir de la crisis es reduciendo el gasto público y flexibilizando la economía. Con un poco de suerte, aunque 2010 ha sido el año en el que los españoles perdieron la esperanza, 2011 podría ser el año en el que la recuperaremos.