El destacado escritor Manuel Rivas afirmó en El País: "Las teorías de Keynes, que inspiraron el New Deal del presidente Roosevelt, ayudaron a salir de la Gran Depresión que siguió al crack de 1929 y a poner en Occidente los cimientos de la sociedad del bienestar, el mayor esfuerzo igualitario en un marco de libertad".
Keynes y Roosevelt se encontraron sólo una vez y se tuvieron escaso aprecio. Las teorías de Keynes no inspiraron el New Deal, porque el intervencionismo, de remotas raíces, reflorecía entonces en el ambiente político e intelectual en todo el mundo, como lo prueba el auge de diversas variantes intervencionistas, como el comunismo y el fascismo. El New Deal no ayudó a salir de la Gran Depresión, sino que contribuyó a prolongarla: la economía americana no se recuperó hasta después de la Segunda Guerra Mundial. El Estado del Bienestar no fue una creación de Roosevelt sino del canciller Bismarck, o incluso anterior; y no tuvo que ver con la libertad ni con la igualdad sino con la extensión del poder político.
Continúa el señor Rivas defendiendo a Keynes contra "los fanáticos del Money o monetaristas, empezando por el pelma de Von Hayek". Es posible que Rivas confunda a Hayek con Friedman. No es cierto que el primero haya sido un monetarista; y su escuela, la austriaca, está muy alejada del monetarismo.
Conocí a Hayek y mantuve con él una extensa entrevista que publicó Revista de Occidente en marzo de 1986; acaba de ser reimpresa en el libro de L. Perdices de Blas y T. Baumert, La hora de los economistas. Si no quiere leer nada más, le bastará a don Manuel leer esa entrevista para comprobar que Hayek era cualquier cosa menos un pelma. Si además quiere estudiar su obra, comprobará que era un pensador profundo, cultivado y original, del que ni siquiera sus adversarios, como el propio Keynes, dijeron nunca que era un pelma.
Apunta el señor Rivas que Keynes le recordó a Hayek que los seres humanos son una especie "capaz de ser solidaria y de controlar los instintos depredadores". Esta no es una tesis de Keynes sino precisamente del propio Hayek, como puede verse en su último libro La fatal arrogancia.
Concluye don Manuel: "cada vez que se han aplicado literalmente las teorías de Von Hayek lo que ha quedado detrás es una estela de destrozos, desigualdad social e inseguridad. Véase el mea culpa de los ex jefes del FMI que, con sus cómplices interiores, hundieron a Argentina en 2001". Decir que en mi país natal se siguieron "literalmente" las ideas de Hayek es una síntesis excelente del pensamiento del señor Rivas, porque lo que allí hicieron los gobernantes fue aumentar el gasto público, los impuestos, y la deuda pública, los tres a la vez, es decir, exactamente lo contrario de lo que recomiendan los liberales, con Hayek a la cabeza. Si nuestro escritor tuviera razón, entonces la Argentina, tras haber abrazado tan enriquecedor humanitarismo keynesiano, debería ser el país más libre, justo y próspero del planeta.