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Jaime de Piniés

Improvisaciones

El conjunto de estas medidas hay que interpretarlas como improvisadas; no abordan los problemas fundamentales que tiene la economía española de competitividad y de crecimiento.

El diferencial con el bono alemán superaba los 312 puntos básicos la semana pasada y obligó por segunda vez al Gobierno del Sr. Rodríguez Zapatero a reaccionar e introducir una batería de medidas encaminadas a generar caja y alejar el fantasma de la suspensión de pagos. Las medidas sirvieron para apaciguar los mercados financieros internacionales; al menos, de momento. El diferencial descendió a 250 puntos básicos poco después del anuncio y al cierre de la semana el diferencial se había colocado en unos 230 puntos básicos.

Primera observación: un diferencial de 230 es un nivel peligroso y muy costoso para España. Este nivel fue el que desencadeno el primer paquete de medidas el pasado mes de mayo. Un diferencial en este nivel viene a decir que nuestro país sigue en el punto de mira de los mercados financieros internacionales y que, por lo tanto, no podemos apreciar más que una tregua transitoria para nuestra maltrecha economía. Hoy por hoy, no controlamos nuestro destino económico. Los pasos nos los marcan los mercados financieros internacionales.

Segunda observación: ¿es esto malo? Desde un punto de vista trasnochado de soberanía nacional la contestación sería evidentemente que sí. Pero el análisis de las medidas aprobadas por el Ejecutivo español también delata prisas e improvisaciones lo que nunca es bueno. Es cierto que cada una de las medidas presentadas la semana pasada por el Gobierno del Sr. Rodriguez Zapatero merece el calificativo de positiva. Especialmente positiva es la rebaja del impuesto de sociedades para las pymes. Asimismo lo son la eliminación de la cuota obligatoria para las Cámaras de Comercio, la subida de impuestos especiales, la desaparición de la ayuda a los parados de larga duración (medida indiscutiblemente dura desde el plano social), y la venta parcial de la Lotería Nacional y los aeropuertos. Como digo, todas estas medidas son positivas para generar caja y para demostrar a los mercados que pase lo que pase, España pagará a sus acreedores.

Ahora bien, el conjunto de estas medidas hay que interpretarlas como improvisadas; no abordan los problemas fundamentales que tiene la economía española de competitividad y de crecimiento. En vez de ponerlas en marcha, ¿por qué no se han adelantado las reformas anunciadas (laboral, pensiones y cajas) o mejor aún, por qué no se ha profundizado en las mismas y otras igualmente necesarias (como por ejemplo, límites al gasto autonómico, energía, educación, co-pago para la sanidad, etc.) y con ello demostrar que los españoles queremos encauzar la economía en una senda de crecimiento de riqueza y bienestar social? Pues la contestación evidente es que lo fácil es vender la plata; y los mercados lo saben.

Tercera observación: ¿tiene costes para la economía española la pasividad, incluso la negativa a tomar medidas por parte del Ejecutivo, no los días previos sino, incluso, horas antes de implementarlas? Lamentablemente sí, ni más ni menos la credibilidad del Gobierno de España. Es tal el historial de rectificaciones, improvisaciones y cortinas de humo las que acumula este Gobierno que simplemente no se le cree. Y esa falta de credibilidad siempre conlleva un coste añadido deinde una factura extra.

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