La economía occidental es dependiente de una droga económica tan sutil como devastadora: la expansión monetaria. El comportamiento de nuestra economía es idéntico al que provoca la drogodependencia o el alcoholismo en el ser humano. En primer lugar el consumo esporádico genera una agradable sensación de bienestar que conduce al consumo masivo. Al principio, la droga lleva a la euforia, a un estado de alegría artificial en la que se actúa sin tener en cuenta las consecuencias. Pero tarde o temprano llega la resaca, una fase de dolor y malestar en la que el organismo sufre las consecuencias de la juerga anterior. Incluso en economía, la etapa depresiva no es la fase perjudicial, sino la sana reacción a una agresión anterior. Es el comienzo de la recuperación. Lo más preocupante de nuestra economía es que ya reacciona como un dependiente crónico: incluso en la fase depresiva sigue pidiendo más dosis de droga monetaria.
La mayor parte de las escuelas económicas proponen sus recetas contra la crisis sin tener en cuenta que lo perjudicial se induce en la época de euforia. El propio Keynes pensaba que las recesiones se producían porque los empresarios e inversores se deprimían de forma sincronizada sin motivo alguno. Sólo la Escuela Austriaca de Economía, representada por Hayek y von Mises, ha sido capaz de exponer una teoría sólida del ciclo económico en la que se explica que lo que sucede no es psicológico, sino real. Todo se gesta por las inyecciones monetarias masivas que ejecutan los bancos centrales, mediante la creación de dinero y la reducción artificial del tipo de interés. Estas dosis constantes de droga económica, que provocan una euforia aparente, se introducen en el sistema subiendo algunos precios de forma selectiva, y generando una información distorsionada que engaña a los empresarios, haciéndoles invertir por error donde no va a haber demanda suficiente. Son las peligrosas burbujas que pronto tendrán que estallar. Cuando se pone de manifiesto que se ha invertido por error por esa manipulación política de los bancos centrales, la economía trata de corregirlo mediante la recesión. Sólo queda liquidar esas inversiones y reubicar los recursos, incluidos trabajadores, a otras líneas productivas.
Nuestra economía lleva varios años en una fase depresiva en la que los políticos se han empeñado en retrasar al máximo la reestructuración. Se han dedicado a gastar donde no debían con cargo a una deuda pública cada vez mas difícil de devolver. Ahora se manifiesta que esa terapia keynesiana ha sido un error que no ha mejorado nuestra situación, sino que ha colocado a países enteros al borde del colapso. La última ocurrencia política, tanto en Europa como en Estados Unidos, es pedir que los bancos centrales se dediquen a seguir inyectando dosis de droga monetaria mediante la compra de deuda pública. Es decir, imprimir más dinero para seguir alimentando las burbujas mientras estallan, y crear otras nuevas. Esto no sólo no nos sacará de la crisis, sino que además es una barbaridad que empeorará nuestra situación. Es equivalente a tratar al drogadicto convaleciente, cuando parece no reaccionar a nada, con nuevos y más potentes chutes de droga. Es empujar la economía hacia el colapso.