Declaró a Público al destacado político y escritor Jorge Semprún: "el fracaso de la revolución comunista no significa que la sociedad actual sea una sociedad justa. Significa que por esos métodos no podremos y que hay que inventar otros. La economía de mercado provoca cada día injusticias y focos de desigualdad (...) no se puede capitular ante la realidad capitalista (...) la ilusión de que se puede conseguir mayor igualdad en este mundo no podemos perderla (...) el capitalismo no se puede moralizar: el beneficio máximo por definición es inmoral y no puede ser otra cosa".
La equiparación entre el mundo comunista y el no comunista es insostenible, porque no cabe compararlos en su carácter empobrecedor y criminal. Si alguien debería saberlo es precisamente Semprún, que padeció el nacional-socialismo y denunció la catástrofe del socialismo tout court. Es como aquel intelectual de izquierdas que reconoció que los comunistas habían asesinado a millones de trabajadores en campos de concentración, pero añadió que era imprescindible recordar que en el capitalismo había muchas... ¡fábricas!
La idea de que el mercado es injusto ha abonado históricamente a los antiliberales de izquierdas y de derechas, que se han apuntado a la consigna de la igualdad, pero no la igualdad de la libertad, o la igualdad ante la ley, sino la igualdad de la coacción, la igualdad mediante la ley. El que ese salto sea éticamente plausible es algo que Semprún ha de demostrar, y no dar por sentado. Del mismo modo, está lejos de ser evidente el que las transacciones libres en el mercado, o el capitalismo, sean incompatibles con la moral. ¿Qué quiere decir don Jorge cuando afirma que el beneficio máximo es inmoral, y nada menos que inmoral por definición? ¿Y el beneficio mínimo? ¿Y el intermedio?
Cabría buscar un consuelo y pensar que, si incurre en lamentables errores económicos, al menos Semprún no secunda el radicalismo de la izquierda en su rencorosa y falaz manipulación histórica que pretende que la transición a la democracia en España estribó en un vergonzoso olvido del pasado. Pues no hay consuelo. Esto dijo: "ya es hora de salir de la desmemoria en España". El diario lo celebró titulando: "La amnesia de la transición no puede ser eterna", y destacó que Semprún "tardó casi 20 años en excavar en sus recuerdos, España lleva más de 30 sin hacerlo en los suyos", ésta última una triste mentira.