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Emilio J. González

¿Por qué vamos a creer a Zapatero?

Zapatero probablemente va a hacer todo lo que ha dicho. El problema es que, con ello, no entra en las verdaderas raíces de nuestros problemas, que son las que hay que atacar.

El presidente del Gobierno acaba de anunciar una minibatería de medidas para combatir la crisis, entre las cuales destacan una rebaja de impuestos a las pymes, la supresión de la ayuda de 420 euros a los parados que hayan perdido el derecho a la prestación por desempleo y la privatización parcial de Aena y Loterías del Estado. Con ello Zapatero pretende dar la idea de que está haciendo todo cuanto se halla en su mano para superar los graves problemas que sufre nuestra economía. ¿Por qué vamos a creerle?

Lo que acaba de anunciar Zapatero, de entrada, es algo que podía haber dicho y hecho hace mucho tiempo. Sin embargo, hemos tenido que esperar hasta que la evolución de la prima de riesgo ha puesto a la economía española al borde del colapso para hacerlo. ¿Qué revela esto? Pues que ZP sigue jugando con Bruselas, con el BCE y con los mercados y no está dispuesto a tomar ninguna decisión hasta que las cosas ya son insostenibles. Su estrategia es guardarse estos conejos en la chistera para sacarlos cuando la economía española está al borde del precipicio y, con ello, tratar de ganar un poco más de tiempo. Se trata de dar satisfacción a los mercados cuando las cosas ya están al límite y a las autoridades europeas cuando éstas exigen medidas a cambio de su intervención a favor de nuestro país. Porque, no nos llamemos a engaño, la reducción del diferencial de tipos con Alemania que se inició desde que ayer llegó a los tres puntos porcentuales no es, precisamente, un ejercicio de confianza en Moncloa y su inquilino, sino el resultado de las intervenciones del Banco Central Europeo comprando deuda española para evitar la crisis definitiva del euro. A eso, y no a otra cosa, obedece que los mercados hoy estén un poco más tranquilos. Y Zapatero, cómo no, paga el precio de la ayuda con este anuncio que podría haber realizado hace mucho tiempo, pero que se había guardado para una ocasión como ésta. Con esta forma de gobernar, no es de extrañar que la economía española vaya a la deriva y camino de estrellarse contra las rocas.

Además, como dice el refrán, una cosa es el dicho y otra el hecho, lo cual viene que ni pintado con relación a Zapatero. Porque desde que se desencadenó la crisis hace ya más de tres largos años, el presidente del Gobierno ha dicho y anunciado muchas cosas pero no ha hecho ninguna de ellas. No hay que olvidar que a principios de este año, cuando los mercados dieron a España su primer gran aviso, Zapatero prometió reformar el sistema de pensiones. Sin embargo, todavía no ha empezado a hacerlo ni, por lo que parece, tiene la menor intención de llevarlo a cabo. La Comisión Europea, no obstante, se lo exige, no tanto porque las pensiones sean el origen de nuestros graves problemas presupuestarios, que no lo son, sino porque, como ZP lo anunció, se ha convertido en la vara de medir la verdadera disposición del Ejecutivo a hacer lo que hay que hacer, a tomar las duras decisiones que hay que tomar, para salir de la crisis. Y como en Moncloa y en el Consejo de Ministros no hacen más que marear la perdiz con este asunto, aquí nadie confía en que Zapatero de verdad tenga la más mínima voluntad de apechugar con lo que tiene que apechugar para que salgamos de ésta.

Las cosas no van a cambiar porque el Gobierno, en esta ocasión, de verdad ponga en marcha las medidas que ha anunciado, en parte porque algunas de ellas no tienen coste político, como la rebaja de impuestos a las pymes o la privatización parcial de Aena y Loterías del Estado; en parte porque necesita dinero desesperadamente y la única forma de conseguirlo es empezando a vender los pocos muebles que quedan en la casa y dejando de pagar esa ayuda de 420 euros a los parados que han perdido el derecho a la prestación por desempleo (un programa que, en última instancia, no es más que el chocolate del loro en medio de tanta orgía de gasto público como hay en España).

Zapatero probablemente va a hacer todo lo que ha dicho. El problema es que, con ello, no entra en las verdaderas raíces de nuestros problemas, que son las que hay que atacar. De clarificar de una vez por todas las condiciones para que las empresas puedan acogerse al despido de 20 días por año trabajado, nada de nada. De auténticos recortes drásticos en el gasto estatal y autonómico para reducir de verdad el déficit presupuestario, ni palabra. Es más, esta misma semana el Gobierno ha vuelto a tirar otros 25 millones de euros con programas de ayudas como el de apoyo a los gays de Perú. De clarificar las cuentas de las entidades financieras dejando de sostener artificialmente los precios del suelo y la vivienda, aunque ello implique más de una quiebra de cajas de ahorros y de promotores inmobiliarios, ni la menor mención, pese a que, mientras no se aclaren estas cosas, los mercados financieros van a seguir cerrados para nuestra economía. ¿Por qué vamos a creer, entonces, en Zapatero y su voluntad de hacer lo que tiene que hacer para salir de la crisis? Porque mientras no aborde de verdad la reforma laboral, la del sector financiero, la del gasto público y la de las pensiones no hay nada que hacer.

En Libre Mercado

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