Cabría pensar que las primeras elecciones catalanas después de la aprobación del Estatuto deberían estar basadas en remarcar el hecho diferencial catalán. Quizá sea ese el caso, aunque yo aquí no quiero ni entrar. Por no despreciar la expresión "hecho diferencial", tan kitch, ¿no será éste el nacionalismo? Si hay algo que distingue a Catañula es que está transida de nacionalismo. Es más que una ideología, es una voluntad de poder, de control. La economía no puede quedarse al margen, porque es el medio para cualquier fin. Y el control sobre los fines de una sociedad se desparrama necesariamente sobre sus medios. Por eso, entre otras razones, Cataluña es intervencionista.
Madrid lo es mucho menos. Tenemos una presidenta, Esperanza Aguirre, que presume de ser todo lo contrario y que lleva al liberalismo (casi) hasta donde lo permiten la política y nuestro entramado institucional. Los impuestos son más bajos y los empresarios se encuentran con menos trabas. ¿Cómo no iban a preferir a Madrid frente a Cataluña? Madrid, como recordaba recientemente El Mundo, "recibe el 65 por ciento de la inversión extranjera en España y acoge el 25 por ciento de las sociedades de nueva creación". Pero hay algo que va más allá de los gobiernos de turno. El tripartito salta en pedazos y le sustituirá CiU, con compañía o sin ella. Que será mejor no cabe duda, pero hay libertades que no puede permitirse un nacionalista. El nation building, tan Bush. Madrid no tiene esas cargas, ni recela de utilizar una lengua universal. El modelo castizo, al fin, vino impuesto desde Cataluña. Esta diferencia entre las dos sociedades, más que los avatares políticos del momento, es lo fundamental, la que media entre una sociedad abierta y otra que pierde el tiempo mirándose al ombligo.
La noticia del momento es que Madrid creció cuatro veces lo que Cataluña en el tercer trimestre del año y que en el último año ha crecido un 1,2 por ciento. Por contraste, "la economía catalana, la que más ha crecido durante la crisis, sólo registró un crecimiento cero después de ocho trimestres en tasas negativas". Puntualmente podrían cambiar las tornas, pero a largo plazo Madrid prevalecerá sobre Cataluña.
¡Cuánto ganaríamos todos con un Estado federal! Un Estado central mínimo, con Defensa, Interior y Exteriores como principales ocupaciones y las Comunidades Autónomas financiándose sola y exclusivamente con lo que gravasen a sus ciudadanos. Esta diferencia entre dos modelos de gestión, el catalán y el de Madrid, se harían aún más amplia. Las lecciones sobre lo que funciona y lo que deja de funcionar serían más inmediatas y nítidas. Dejaríamos a los nacionalismos frente a sus propios fracasos. La gente votaría con los pies, y los dueños del capital con un golpe de click. Quienes anhelan la vida tribal puede que se la encontrasen. ¿Se puede pedir más?