Mucho se podrían criticar los limites al endeudamiento de los ayuntamientos que ha establecido Zapatero para hacer creer a Europa que se está tomando en serio el control de las cuentas públicas. La primera, que no haya aplicado el mismo rigor a todos los consistorios y la segunda, que no haga lo propio con la administración central y, sobre todo, con las autonómicas, que siguen teniendo una auténtica barra libre. Y aunque el endeudamiento municipal sea proporcionalmente pequeño si lo comparamos con el del resto de administraciones, ninguno de estos hechos puede servir de excusa al alcalde de Madrid para oponerse a que el Gobierno de Zapatero le prohíba aumentar aún más la deuda de los madrileños.
Y es que no tenemos constancia de una entidad pública o privada que haya experimentado un ritmo de endeudamiento tan vertiginoso como el que ha sufrido el Ayuntamiento de Madrid desde que lo dirige Alberto Ruiz-Gallardón. Los apenas 1.100 millones que el consistorio debía en 2003 se han multiplicado por más de seis, alcanzado actualmente los 7.100 millones, es decir, la mitad de lo que deben, juntos, todos los ayuntamientos de capitales de provincias. Este alcalde manirroto ni siquiera tiene la excusa de poder apelar a un supuesto "endeudamiento productivo" pues, como bien refleja un reciente estudio dedicado a la eficacia y eficiencia de las entidades municipales, el consistorio madrileño acapara nada menos que un 38 por ciento del despilfarro municipal en toda España. Tampoco puede escudarse en una baja presión fiscal, pues esta también ha experimentado en la ciudad de Madrid una vertiginosa alza, situándose en una de las más altas de las que ejercen los ayuntamientos de toda España.
Al margen de haber endeudado hasta las cejas a los madrileños, no podemos pasar por alto el pésimo ejemplo –no el único pero sí el peor– que constituye su gestión y que tanto neutraliza la ya de por sí insuficiente crítica del PP a la falta de ajustes presupuestarios del Gobierno de Zapatero.
Es cierto que, dado el trato desigual entre administraciones públicas, y dado el frenazo en seco que exige a su ayuntamiento, el no menos manirroto de Zapatero podría haber otorgado a Gallardón ciertas facilidades de refinanciación que no supusieran asumir nuevo endeudamiento en términos netos. Pero no nos engañemos, la verdadera solución no pasa por refinanciar a Gallardón en su huida de la realidad, sino por someterlo a ella forzándole a que se apriete el cinturón y erradicando esa retahíla de gastos y obras innecesarias y suntuosas que acompañan a su gestión. Con una capacidad de recaudación cercana a los 5.000 millones de euros, el alcalde Madrid tiene margen más que suficiente para que sea la austeridad, y no el agravio comparativo, la solución del problema que sólo él ha creado, pero que han de soportar todos los madrileños.