Menú

Comida y retórica

Son las personas las que salen adelante, a menudo superando enormes dificultades impuestas por los gobernantes, por los mismos que están todo el rato reunidos en sitios estupendos "luchando" contra el hambre.

punt dijo el día 17 de Noviembre de 2010 a las 10:14:

A ver, que me temo que me he explicado verdaderamente de pena, de modo que al leer mi anterior comentario se diría que niego que la guerra, la injusticia y la opresión deriven en pobreza y hambre. Urge, pues, una matización a mis palabras.

A lo que voy es a que no se debe confundir el medio o la herramienta con la causa de los problemas. Si alguien mata a otra persona de un martillazo, es absurdo razonar en torno a lo peligrosos que son los martillos, a cómo causan heridas mortales, e iniciar una campaña antimartillos (típica reacción progre), porque no ha sido el martillo la causa de la agresión, sino la voluntad y el acto de quien lo empuñaba.

Del mismo modo que los martillos no agreden porque sí, la injusticia y la opresión tampoco existen porque sí, sino como forma de gobierno cuando los gobiernos son injustos y opresivos. Si un gobierno es justo y liberal, si respeta el imperio de unas leyes justas, simplemente desaparecen la injusticia y la opresión y, con ellas, la pobreza y el hambre.

La guerra es cosa más complicada, ya que no se puede poner en pie de igualdad a ambos contendientes, al que ataca y al que se defiende. En cualquier caso, el origen de las guerras está también en los gobiernos injustos, sea porque invaden un territorio sobre el que no tienen derecho (Irak, Marruecos), porque atacan a sus propios ciudadanos (como en la II República), porque se disponen a atacar a otro país obligando a éste a defenderse atacando antes (Guerra de los Seis Días), porque fomenta odios en su territorio (como las existentes entre los Hutus y los Tutsis), etc.

Lógicamente, una vez desencadenada una guerra se suelen producir una serie de choques entre los contendientes, una serie de excesos por parte de miembros de ambos bandos, aparte de un vacío de poder político y de seguridad pública en el territorio, de los que derivan la pobreza y el hambre (digo que se suelen producir porque hay acciones de guerra totalmente incruentas, como fue por ejemplo la recuperación de Perejil). La guerra no existe por sí sola, sino sólo como consecuencia de las acciones de un mal gobierno.

De modo que insisto: no es tan lógico afirmar que "la guerra, la injusticia y la opresión provoquen hambre" ya que un análisis político y económico de las mismas no puede ignorar que estas realidades sólo son correas de transmisión por las que los gobiernos injustos atacan a la sociedad, y limitarse a las causalidades inmediatas es un gran error, como demostró Hazlitt en su "Economía en una Lección".

Espero haberme explicado esta vez un poco mejor.

Un saludo.

punt dijo el día 15 de Noviembre de 2010 a las 16:17:

No confunda: no es cierto lo de que "la guerra, la injusticia y la opresión provocan lógicamente hambrientos".

Son los gobiernos injustos los que provocan guerras, injusticia, opresión... y hambre.

Como he leído multitud de veces en textos de divulgación económica (algunos escritos por vd. mismo), el hecho de que varias cosas aparezcan juntas (es decir, la existencia de una correlación) no implica que una o varias de ellas tengan por qué ser causa de las otras (es decir, una relación de causalidad).

Buenos gobiernos velan por buenas garantías, con lo que fomentan buenos entornos de los que se derivan buenas evoluciones que llevan a buenas prosperidades y riquezas.

Malos gobiernos violan las garantías, fomentan malos entornos en los que es imposible sacar adelante buenas iniciativas, con lo que cualquier buena evolución queda abortada, imposibilitando la aparición de prosperidad y riqueza.

Desde donde estamos nosotros no podemos entrar a saco a derrocar a nadie: sólo podemos dejar de alimentar a los malos gobiernos cerrando el grifo de esa "ayuda al desarrollo" que sistemáticamente es interceptada por estos gobiernos parásitos. Y si en algún momento hay que enviar ayuda, que seamos los particulares quienes lo hagamos, y que lo hagamos por canales de absoluta confianza (como suelen ser, por ejemplo, las organizaciones de la Iglesia católica).

Un saludo.