Titular de La Vanguardia. "Lucha contra el hambre. Menos retórica, más acción. Los países ricos deciden en Nueva York cómo reducir el número de hambrientos". Hay menos hambrientos, pero no menos "causas estructurales del hambre: la volatilidad de los precios, la escasa inversión en agricultura, los efectos del cambio climático".
En primer lugar, parece que el hambre es algo contra lo cual se lucha, no con retórica sino con actos. En segundo lugar, los que luchan y deciden con sus actos que haya menos hambrientos son unos políticos de los países ricos reunidos en Nueva York. Pues bien, veamos.
La "lucha" contra el hambre es una consigna políticamente correcta que por regla general ignora y desprecia a los únicos que de verdad luchan contra la miseria y la pobreza: los propios pobres. Comparadas con su esfuerzo, todas las ayudas al desarrollo son minucias. Son las personas las que salen adelante, a menudo superando enormes dificultades impuestas por los gobernantes, por los mismos que están todo el rato reunidos en sitios estupendos "luchando" contra el hambre, pero que no son capaces de brindar paz, justicia y libertad en los países pobres, ni de abrir los mercados y bajar los impuestos en los países ricos.
Esos fallos institucionales y ese generalizado intervencionismo son las "causas estructurales del hambre": la guerra, la injusticia y la opresión provocan lógicamente hambrientos, y no las fluctuaciones de los precios, la poca inversión o el cambio climático, tres circunstancias que, nótese, lo que hacen es invitar a que el intervencionismo de las autoridades sea aún mayor.