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Emilio J. González

Zapatero nos lleva a la quiebra

¿Es inevitable la quiebra de España? Desde luego, mientras Zapatero siga en el poder, así lo parece.

Dice el conocido gurú Nouriel Rubini que la quiebra de los países periféricos de la zona euro, entre los que se encuentra España, es inevitable. Semejante panorama, desde luego, para nosotros resulta aterrador pero, ¿se puede evitar?

Todos los países escriben su propio destino. La desgracia que tiene el nuestro es que la mano que maneja la pluma es la de José Luis Rodríguez Zapatero, que es quien nos está llevando a una quiebra que podríamos, y puede que todavía podamos, evitar porque aún no hemos traspasado ese momento en que el devenir de los acontecimientos se precipita ineluctablemente hacia un desenlace fatal, aunque nos vamos acercando a él. La cuestión es si ZP está por la labor de hacer lo que tiene que hacer, aunque todo apunta a que no es así.

El presidente del Gobierno no se da cuenta, o no quiere entender, que una unión monetaria aporta credibilidad a los países menos ortodoxos en política económica que entran a formar parte de ella, pero esa credibilidad también se pierde en cuanto empiezan a surgir problemas y los mercados comienzan a escrutar al detalle quién está haciendo las cosas bien y quién no. Y la credibilidad de España, hoy por hoy, está bajo mínimos, aunque no tendría por qué ser así si nuestro Gran Timonel hubiera prestado atención desde un principio a los mensajes que empezaron a mandarle los mercados y hubiera actuado en consecuencia. Zapatero, sin embargo, optó desde el primer momento por una política de engaños, de prometer para tranquilizar a los mercados y, una vez calmados éstos, no hacer nada de lo dicho. Así llevamos desde marzo y hasta ahora ZP ha podido seguir con su huida hacia adelante a la espera de una recuperación económica que no se va a producir. Sin embargo, apenas le queda ya recorrido en su estrategia.

Los mercados ya están dejando de concentrar toda su atención en la guerra de divisas que se libra en estos momentos a nivel mundial y empiezan a fijarse también en lo que ocurre dentro de la zona euro. Las alarmas han saltado con la posibilidad de que Irlanda no sea capaz de sacar adelante el ajuste presupuestario que propone su Gobierno y los mercados, como es lógico, han vuelto a posar su vista en los países periféricos del euro, los que de verdad tienen problemas, y a actuar en consecuencia. El resultado es que el diferencial de tipos entre el bono español y el alemán, esto es, nuestra prima de riesgo, que en los últimos meses había caído por debajo del punto y medio, en dos semanas ha escalado nuevamente hasta los dos puntos y empieza a aproximarse hacia el nivel crítico a partir del cual los inversores consideran que la quiebra de un país es inevitable. ¿Por qué? Porque los mercados ya saben que la remodelación del Gobierno que llevó a cabo Zapatero recientemente no es más que una operación de imagen sin repercusiones reales sobre el gasto público. Porque los mercados no se creen las previsiones macroeconómicas del Ejecutivo y, por ello, no confían en nuestra capacidad de reducir el déficit público. Porque la aproximación de ZP a los sindicatos después de su fallida huelga general hace temer que se pueda dar marcha atrás en la tímida reforma laboral aprobada este año. Porque la crisis del sector financiero sigue sin cerrarse y porque la vivienda sigue sin ajustarse. Porque no se percibe en el Ejecutivo signo alguno de querer cambiar para hacer lo que hay que hacer ni capacidad política para llevar a cabo ese giro de timón, sobre todo en lo que a embridar a las autonomías se refiere. Y, finalmente, porque el año que viene es año electoral y un Zapatero empeñado en seguir en la poltrona presidencial a cualquier precio no va a querer tomar decisiones impopulares sin darse cuenta de que, sin esas medidas, su estancia en Moncloa puede tener ya los días contados. Eso es lo que perciben los mercados y, por ello, vuelven nuevamente a castigar a España en unos momentos, además, en los que Zapatero ya no puede sacarse más conejos de la chistera, porque no le quedan, y en los que su estrategia de prometer y no hacer ha quedado ya más que descubierta.

¿Es inevitable la quiebra de España? Desde luego, mientras Zapatero siga en el poder, así lo parece, porque el presidente del Gobierno está volcando las pocas energías que le quedan en desplegar las políticas relacionadas con sus obsesiones personales y sigue sin querer coger por los cuernos el toro de la crisis. No quiere oír ni hablar de profundizar en la reforma laboral, de recortar de verdad el gasto público tanto en el Estado como en los demás niveles de la Administración, de permitir de una vez por todas que se produzca el ajuste de la vivienda, de resolver finalmente la crisis de nuestro sistema financiero mediante quiebras, fusiones entre cajas de ahorros o compra de estas últimas por parte de bancos saneados como el Santander o el BBVA, por poner tan sólo algunos ejemplos de lo mucho que todavía hay por hacer. Sin olvidarnos, por supuesto, de las obsesiones personales de ZP de demonizar, un día sí y otro también, a esos empresarios que son los que nos pueden sacar de la crisis. No lo duden, Zapatero nos lleva a la quiebra.

En Libre Mercado

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