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Carlos Rodríguez Braun

El miedo a las mercancías

El proteccionismo impone costes a la comunidad, mientras que el libre comercio la beneficia, porque beneficia a todo el mundo, menos a los empresarios ineficientes cuya producción es más cara que la extranjera.

En su libro clásico sobre el tema, el economista sueco Eli Heckscher resumió uno de los dogmas fundamentales del mercantilismo en esta frase: "el miedo a las mercancías". Lo recordé al leer en El País al profesor Martín Ortega Carcelén, para quien la exportación es "un problema de Estado" y el déficit comercial "la asignatura pendiente de nuestra economía". Así lo argumenta: "Los españoles nos hemos acostumbrado a comprar en el extranjero mucho más de lo que vendemos a otros países y ese hábito nos cuesta muy caro". Un déficit comercial del 10 % significa que "el 10 % de todo lo que producíamos se esfumaba en compras de bienes en el exterior"; en cambio, los países que son más exportadores "ven engrosar sus arcas año tras año con sus ventas en el exterior".

Si los españoles deciden comprar en el extranjero una suma que en conjunto supera a la suma de lo que allí venden, esto ni es problema de Estado ni es ninguna asignatura pendiente. Y desde luego no les cuesta muy caro. Si las exportaciones y las importaciones han sido acordadas en contratos voluntarios, es porque todas las partes, nacionales y extranjeras, consideraron que esas transacciones les convenían. Lo que nos costaría muy caro a los españoles es lo contrario, es decir, que las operaciones con el exterior no fueran voluntarias, por ejemplo, si las autoridades impiden que los que quieren importar bienes y servicios desde el exterior lo hagan libremente. Por eso el proteccionismo impone costes a la comunidad, mientras que el libre comercio la beneficia, porque beneficia a todo el mundo, menos a los empresarios ineficientes cuya producción es más cara que la extranjera.

El razonamiento del profesor Ortega, aunque no defiende el proteccionismo, puede acabar justificándolo, precisamente por el desequilibrio a la hora de ponderar las exportaciones y demonizar las importaciones. Esto se ve claramente en su retórica: los que exportan más "ven engrosar sus arcas", mientras que los que importan más ven que su producción "se esfuma".

Pero, veamos. ¿Por qué va a ser mejor una cosa que la otra? Es evidente que los exportadores entregan bienes a cambio de dinero. Pero los importadores no entregan dinero a cambio de nada, en cuyo caso efectivamente se esfumaría, sino a cambio de bienes. Dos siglos de pensamiento económico, empero, no han sido capaces de refutar la falacia que alaba a quien vende mercancías y condena a quien las compra.

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