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Emilio J. González

Un cambio para que todo siga igual

Esto no es más que un cambio de Gobierno para que todo siga igual. Con él, lo único que pretende Zapatero es, sobre todo, acallar las críticas internas y congraciarse con unos y otros para seguir en el poder a cualquier precio.

José Luis Rodríguez Zapatero ha sorprendido a todos con un cambio de Gobierno que nadie se esperaba. Todo el mundo daba por descontado que el inquilino de La Moncloa se iba a limitar este miércoles a anunciar el nombre del sustituto de Celestino Corbacho como ministro de Trabajo; sin embargo ZP ha ido mucho más lejos con una remodelación amplia... para que todo siga igual.

Desde el punto de vista económico, los cambios efectuados por Zapatero no van a modificar su política frente a la crisis económica, si no es para peor, porque lo que ha hecho no es el cambio que cabría esperar dadas las actuales circunstancias, sino todo lo contrario. Su marioneta, Elena Salgado, sigue en su puesto, que para eso cumple fielmente las órdenes del jefe, al igual que el titular de Industria, Miguel Sebastián, que de un tiempo a esta parte ha perdido su ascendencia sobre ZP debido a su enfrentamiento con el presidente a cuenta de la política energética. Sebastián tiene una visión muy distinta a la del actual inquilino de La Moncloa respecto a las renovables y a la energía nuclear y, además, quiere cerrar un nuevo marco estable para el sector, según unos planteamientos más próximos a los de las empresas que los del presidente. Pero estas discrepancias de criterio están provocando que, entre unos y otros, la casa siga sin barrer. Y en cuanto al cambio producido, con Valeriano Gómez como sustituto de Corbacho, éste no es más que la entrega del Ministerio de Trabajo a los sindicatos, en concreto a esa UGT de la que proviene Valeriano Gómez, con lo cual no cabe esperar que lo que se haga a partir de ahora en materia laboral, incluida la tan necesaria reforma del mercado de trabajo para combatir el paro y la crisis, vayan a ir en la dirección correcta, sino todo lo contrario.

¿Por qué, entonces, este último nombramiento? Porque una de las claves de esta remodelación es el deseo de Zapatero de congraciarse con todas las familias socialistas mediante el reparto de cargos para que no sigan discutiendo su liderazgo y, de esta forma, y una vez alcanzado el pacto presupuestario con el PNV y Coalición Canaria, cerrar el otro frente político que tenía abierto. La remodelación, por tanto, no es para atacar la crisis, sino para tratar de poner fin a las presiones, movimientos y comentarios dentro del socialismo español que cuestionaban su liderazgo y, por tanto, su continuidad en la presidencia del Gobierno hasta agotar esta legislatura en 2012. Pero volvamos nuevamente al terreno puramente económico.

La desaparición de los ministerios de Vivienda e Igualdad, tan ampliamente demandada por su inutilidad y por ser fuente de despilfarro de recursos públicos en unos tiempos en los que, a causa de la crisis fiscal española, este país no se lo puede permitir, es un gesto de cara a la Unión Europea, a los mercados y, en general, a todos los críticos con su política económica para darles a entender que, con la supresión de dos Departamentos cuya creación fue una apuesta política personal suya, Zapatero está dispuesto a todo con tal de reducir el déficit. Ahora bien, tampoco hay que dejarse engañar por falsos espejismos, porque la desaparición de ambos ministerios no implica, per se, una reducción del gasto. Los funcionarios seguirán siendo los mismos, sólo que en un caso –Igualdad– se incorporarán al Ministerio de Sanidad y en el otro –Vivienda–, al de Fomento, pero no hay una reducción en su número. Que de esta parte de la remodelación se desprenda un recorte del gasto público dependerá de si el cambio va a suponer también el punto final a las disparatadas políticas que estaban llevando a cabo o no, porque si dichas políticas siguen, entonces ni habrá ahorro, ni la remodelación habrá sido más que una nueva operación cosmética, lo que es de temer sobre todo en lo referente a ese Ministerio de Igualdad de la polémica Bibiana Aído cuyas competencias ahora pasan a manos de la también controvertida Leire Pajín.

En cuanto al relevo de Miguel Ángel Moratinos en Exteriores por Trinidad Jiménez, dudo mucho de que vaya a implicar un mayor compromiso, si es que existe alguno, con los intereses económicos y empresariales españoles en el Exterior, porque Moratinos, en el fondo, no ha hecho más que encarnar las ideas de Zapatero en materia de política exterior. Y éstas, por lo que sabemos hasta ahora, no han cambiado un ápice, ni en lo que a la economía se refiere, ni en su conjunto.

En resumen, esto no es más que un cambio de Gobierno para que todo siga igual. Con él, lo único que pretende Zapatero es, sobre todo, acallar las críticas internas y congraciarse con unos y otros para seguir en el poder a cualquier precio, como ya dejó claro con sus acuerdos con el PNV y Coalición Canaria.

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